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domingo, 18 de abril de 2010

Capítulo XV: Disgregación


La capitana consultó los resultados con el ceño fruncido y aire de no tenerlas todas consigo.

- Sargento –dijo luego. - Haga otro barrido. Por todas las cubiertas. No deje un solo rincón de la nave sin examinar. La Embajadora no puede haber abandonado la Pressure con esa maldita bolsa de energía aprisionándonos. Compruebe si falta alguna cápsula de salvamento, no obstante.
- Sargento -intervino Wicca, tratando de mantener la calma. -¿Puede decirme el último lugar dónde se registró su presencia?
- No conteste, sargento -dijo Selekna, con patente enojo. - Consejero, a mi despacho.

Wicca la siguió de mala gana. Cuando la puerta se cerró, a Selekna se la llevaron los demonios.

- Comprendo que estés preocupado por tu madre, pero en esta nave no eres nadie para dar órdenes. No vuelvas a ponerme en entredicho.

Wicca le sostuvo la mirada sin comprender qué estaba ocurriendo allí exactamente. Finalmente dijo, pronunciando muy despacio:

- Da la impresión de que no desea resolver este asunto, capitana.
- Esta… desaparición constituye un misterio más que se añade a los que ya padecíamos antes, Consejero. Mi prioridad es sacar con bien a mi tripulación y a mi nave de esta contingencia, y como ya dije antes, no estoy dispuesta a perder a nadie más en el proceso.
- Mal empieza.
- La Embajadora aparecerá más tarde o más temprano. Quizá esa maldita bolsa de energía esté interfiriendo en nuestros sensores. Ahora tengo que pedirte que tampoco interfieras tú. Haré que alguien te acompañe a tu camarote. Me gustaría que permanecieras allí hasta nueva orden. Y, consejero, acepta éste y procura no dar un ruido. No quisiera tener que encerrarte.
- Creo que no me está tratando con la deferencia debida, capitana.
- Los traidores no me merecen deferencia alguna. -Wicca se quedó con la boca abierta. -¿Creías que la salina te guardaría el secreto? Esa cosa habla por los codos. Sé que pactasteis en la Tierra y que la ayudaste a abordar la nave.
- ¡Eso es mentira!
- Será mejor que no digas nada más. Resérvate para el consejo de guerra.
- No estamos en guerra.
- Esperemos a ver cómo termina esto. -Pulsó un botón de su escritorio. - Dealish, a mi despacho. -Y dirigiéndose a Wicca: - Mientras vienen por ti, me gustaría saber por qué corrías hacia el puente cuando nos hemos encontrado y por qué creías que tu madre se encontraba en peligro.
- Creo que le voy a hacer caso, capitana -soltó Wicca, con desprecio. - Esperaré a ese consejo de guerra para decir nada más.

. . .


Dealish, oficial del equipo de seguridad, acompañó a Wicca a su camarote y le dijo que se quedaría en la puerta por si necesitaba algo. Aunque se refería a que estaría montando guardia por si se escapaba, Wicca le tomó la palabra.

- En realidad, sí necesito algo. Tráigame a Tais, el hombre que pasó por la enfermería nada más embarcar. ¿Sabe a quién me refiero? - Dealish lo miró con cierta irritación pero asintió. - Tengo que verlo ahora mismo. Si no quiere dejarme solo, puedo ir con usted.
- No es necesario. Ahora mismo lo traigo. Pero no se mueva de aquí o lo lamentará.
- No voy a ir a ninguna parte. - Cuando Dealish desapareció añadió: - Aunque quizá sí mate a alguien.

Echó un vistazo al camarote por si Peter y Salma seguían allí, pero debían estar planeando por la nave. Por un momento sonrió al imaginarse a Peter sosteniendo a una cautivada Salma mientras sobrevolaban las cabezas de los tripulantes de la Pressure, pero enseguida recordó que su madre estaba muerta y la sonrisa desapareció de sus labios. Sin embargo, estaba mucho más tranquilo de lo que cabía esperar. Quizá se debiera a lo intangible de aquella muerte, a no haberla presenciado, ni tener como prueba irrefutable el cuerpo inerte de Nisary, o quizá es que era demasiado pronto para abandonarse a sus sentimientos, pero lo cierto es que mantenía la cabeza fría y los sentidos despejados.

Al cabo de poco la puerta se abrió y Tais apareció en el umbral, sonriente.

- ¿Qué hay, Wicca? –preguntó el rubio alegremente mientras entraba, seguido de Dealish.
- Usted puede quedarse fuera –le dijo el chico al oficial, sin rastro de simpatía en la voz. – Tenemos que hablar en privado.

Dealish se hizo de rogar pero finalmente los dejó a solas.

- Bueno… -empezó Tais, sentándose en la cama. - ¿Qué ha dicho la salina?
- La salina ha aceptado trabajar con la capitana. Deben estar a punto de probar el plan acordado –contestó fríamente Wicca.
- A ver si aparece pronto la caballería. Estoy harto de tener que esperar en mi camarote. Aunque es más grande que éste.

Wicca lo observó detenidamente. Toda la furia que había sentido en el puente hacia Tais se esfumó de golpe. Nisary confiaba en aquel hombre hasta tal punto que las últimas palabras que le había dedicado a su hijo, antes de despedirse con un te quiero, habían sido: “Confía en Tais. Él cuidará de ti.”

Comprendió que el odio no lo ayudaría a descubrir lo que había pasado, así que optó por seguir reuniendo datos.

- ¿Dónde está mi madre? –preguntó.
- Se fue al puente. Tenía trabajo que hacer.
- ¿Cuándo?
- Pues… hace un rato.
- Nos dejaste a solas y la esperaste en el corredor. Cuando salió de aquí, ¿no te dijo nada?
- ¿Nada como qué?
- ¿No… se despidió?
- ¿Despedirse? ¿A dónde podría ir? Estamos secuestrados.
- ¿Qué te dijo exactamente, Tais?
- Poco. Nos abrazamos y nos besamos, aunque ya sé que no te hace mucha gracia que te cuente estas cosas, pero creo que es mucho más positivo hablar de ello sin tapujos para que te acostumbres cuanto antes. Los celos son destructivos, Wicca.
- ¿Y luego? –preguntó Wicca, empezando a impacientarse.
- Luego me dijo que la esperaban en el puente y que me fuera a mi camarote, que la capitana había dado órdenes estrictas de que los civiles permanecieran en sus aposentos.
- ¿Ya está?
- Pues… que yo sepa… sí. ¿Pasa algo, Wicca? – Tais se levantó de golpe, tan rápido que se golpeó la cabeza con la mampara curva que convertía en techo la pared dónde se alojaba la horizontal de la cama. - ¿Le ha sucedido algo a tu madre?
- Ha desaparecido.
- ¿Qué? –el estupor de Tais parecía sincero.

Si Tais no estaba fingiendo, si no estaba con ella llegado el momento en que debía morir, si, en definitiva, Tais no tenía nada que ver con la muerte de su madre, Nisary no se había despedido del hombre al que se suponía que amaba, ni le había contado ninguno de aquellos desvaríos temporales que sí había contado a Wicca. El muchacho sintió compasión por él.

- Se ha esfumado -explicó. – Han hecho varios barridos y no hay ni rastro de ella en toda la nave. La capitana dice que puede que esa cosa de ahí fuera interfiera con los sensores, pero tengo motivos para pensar que la han asesinado.

Tais negó con la cabeza.

- Si lo dices por la llamada de ese loco de Slawghern…
- Tais, estoy hablando en serio. No puedo decirte en qué me baso para creer que esté muerta porque aún no sé si puedo confiar en ti, pero cuanto antes te hagas a la idea de que Nisary ha muerto, mejor nos irá a los dos.
- Tendrás que contarme más si quieres que me crea eso, Wicca.
- Lo único que puedo decirte es que no aparece en los sensores, y ambos sabemos que hay armas que no dejan rastro.
- ¿Estás diciendo que la han disgregado?
- Hasta el último átomo.
- Tiene que ser una broma. No estarías tan tranquilo.
- ¿Te refieres a que debería estar partiéndote la cara porque has sido el último que la ha visto con vida a excepción del asesino, siempre que él y tú no seáis la misma persona? Pues la verdad es que me apetecería desahogarme así, pero por algún extraño motivo mi madre quería que confiara en ti. Y eso es precisamente lo que trato de hacer.

Tais esperó hasta estar seguro de que Wicca no se echaría a reír señalándolo con un dedo mientras gritaba “¡Inocente!”, para sentarse de nuevo en la cama con aspecto abatido.

- ¿Qué se supone que debo hacer ahora?
- Qué se supone que vamos a hacer ahora –lo corrigió Wicca. - Tendremos que descubrir al asesino
- ¿Y vas a confiar en mí? ¿Me contarás lo que sabes? ¿O piensas dejarme en la inopia?

Antes de que Wicca pudiera contestar, la puerta se abrió y la Sargento Podemac, oficial superior de seguridad de la Pressure, entró en el camarote arrastrando el cuerpo inconsciente de Dealish.



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