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martes, 13 de abril de 2010

Capítulo XIV: Bienvenida al más allá


Peter salió del bolsillo con rapidez y saltó desde el pecho de Wicca, que permanecía tumbado y mirando al techo, al colchón. Gracias al cinturón antigravedad el aterrizaje fue suave. Caminó entonces hasta la altura de la oreja izquierda del muchacho y empezó a mover los brazos como si estuviera en una isla desierta y acabara de ver un barco en el horizonte.

- ¡Eh, tú! ¡Mírame! –Wicca tardó un poco en obedecer. Seguía conmocionado. -¿Estás bien?
- Mi madre está a punto de morir.
- No, si podemos evitarlo.
- Estamos encerrados aquí. No podemos bajar el campo desde dentro ni comunicarnos con nadie para que venga a sacarnos.
- Eso te pasa por no haberme hecho caso antes, cuando quería que me dejaras ir a dar una vuelta por la nave a ver si me enteraba de cómo iban las negociaciones con la salina. De haberlo hecho, ahora estaría de vuelta y te podría sacar de esta cápsula.
- Déjate de rollos, Peter. Ya has oído a mi madre. Está dispuesta a dejarse matar. No va a hacer nada por impedirlo. Y quizá tenga razón. Si esto es lo que tiene que pasar, pasará igualmente, actuemos o no.
- No digas tonterías. Eso es porque tu madre no ha sopesado bien sus opciones –Peter se puso a caminar de acá para allá. - ¿Qué clase de vida llevará si consigues hacer eso que ha dicho con la Unidad de Tempos? Piensa que la mujer que recuperarás no será ésta. No habrá perdido nunca a su marido, ni habrá hecho todo eso de juntarse con las fuerzas del mal y bla, bla, bla. Uf, así parece que te animo a que la dejes morir. Pero piensa, Wicca. Si haces lo que tu madre espera de ti, hoy morirá, y más adelante sacarás de algún momento pasado, en que estuvieron juntos y fueron felices, una versión más joven de tus padres; les dirás que en realidad están muertos y les regalarás una nueva vida de reclusión en esa habitación infame. Eso no es vida. Además, desde el momento en que Nisary ha hablado de futuros probables ha tirado por el suelo su bonita teoría. Si el equipo de necios que trabajan para ese tipo investiga futuros probables, es que puede haber más de uno. Sal ahí fuera ahora mismo y evita que le ocurra algo malo a tu madre, Wicca – y tras decir eso, Peter se pasó el dorso de la mano por la frente, aunque en realidad no podía sudar. - Hay que ver las parrafadas que te suelto, cuando se supone que no tenemos tiempo que perder.
- ¿Y cómo demonios quieres que salga? ¿No has visto el campo de fuerza?
- Tengo un as en la manga. -Peter se aproximó al campo y empezó a golpearlo con los dos puños.
- ¿Qué? ¿Piensas desconectarlo a puñetazos?
- Venga, ayúdame. Tenemos que hacer ruido para que nos oiga.
- ¿Para que nos oiga quién?
- Salma, ¿quién si no? ¡Salma, sal de la maleta! Grita conmigo, ésta es capaz de estar durmiendo la siesta.
- ¿Has traído a Salma?
- Me dijiste que me dejarías verla pero se te olvidó, así que actué por mi cuenta. ¡¡Salma!!

Una cabecita con el pelo muy largo y muy negro se asomó por la abertura superior del maletín de Wicca, que descansaba sobre un asiento con forma circular y fijado al suelo.

- ¿Peter? –preguntó la fiscal, contemplando el camarote con temor.
- Tienes que sacarnos de aquí, Salma.
- ¿Estamos… en la nave?
- ¿Sabe lo de la nave? Espera… ¿Le has quitado el chip de limitación?
- Tuve que hacerlo.
- Pero yo no te he enseñado.
- Sé sumar dos y dos. En fin, le quité el chip y le expliqué la situación. No le hizo mucha gracia. Tu padre la programó para que recordara el mismo periodo que yo, (Siras era un buen hombre, Wicca, no quería que me sintiese solito). Así que a Salma todo esto le resulta como sacado de una peli de ciencia ficción. ¡Salma, tienes que subir a ese escritorio! ¡Sobre él hay una especie de ordenador!
- Yo sólo me entiendo con el google y con el twitter. No me pidas cosas raras –se quejó Salma.
- Si va a hacerlo, que se dé prisa. No creo que nos quede mucho tiempo –apremió Wicca.
- Va, Salma. Si te das prisa, en cuanto nos saques te llevaré a dar una vuelta por la nave, en plan superman.
- No creo que la Salma Vassal que yo conozco acepte sobornos –opinó Wicca.
- ¿Ahora puedes volar? –preguntó no obstante Salma, con los ojos muy abiertos.
- ¿Es qué no nos has oído hablar en toda la mañana?
- Más bien no. He hecho todo lo posible para permanecer dormida, incluso fingir. Tenía la esperanza de que nuestra conversación de anoche hubiera sido un sueño.

Salma, que ya se había descolgado por un asa de la maleta, cayó al suelo con un golpe seco.

- ¿Qué tal esa caída? ¿Te has hecho daño? –preguntó Peter, desde la cama.
- No, no. Estoy bien. Oye, no habrá gatos en esta nave, ¿no? Esto me recuerda sospechosamente a la película del hombre menguante.
- No sé si habrá gatos, pero date prisa por si acaso.

Salma atravesó corriendo medio camarote, apartándose el pelo de la cara, y empezó a trepar por un costado del escritorio, que recordaba vagamente a una cajonera típica del ejército y que por suerte tenía unos remaches divinos para agarrarse. Pero mediada la escalada, un brazo, actuando por su cuenta, se le disparó y se puso tan tieso como el asta de una bandera. La reducida fiscal, visiblemente sorprendida, perdió el equilibrio y cayó, al tiempo que empezaba a gritar:

- ¡El hombre perfecto es el que pudiendo estar en cualquier parte del mundo, prefiere estar contigo!
- ¿Ella también? –preguntó Wicca, negando resignadamente con la cabeza.
- También, pero nunca he sabido de donde sacaron las suyas. Puede que sean de películas. Sea como sea, no tienen nada que ver con abogados.
- ¿Los abogados no aman?
- Ahora no sé qué me estás contando.

Salma, que ya volvía a trepar, los interrumpió.

- Lo siento. No puedo controlarlo.
- Nos ocuparemos luego –prometió Wicca.

Pasado el bache inicial, Salma llegó a lo alto del escritorio en un santiamén y examinando la pantalla de la terminal, dijo:

- Vale, creo que ya lo tengo. Es casi tan sencillo como un control-alt-suprimir y luego, detener el proceso adecuado. Creo que… Ya está.

El campo de fuerza desapareció y Wicca salió disparado hacia la puerta. Segundos después corría hacia el puente de la Pressure con el corazón en un puño.

Peter voló hasta el escritorio y se posó con mucho teatro delante de Salma.

- Qué chico más impetuoso. No me ha dado ni las gracias –dijo ella.
- Si quieres yo te lo puedo agradecer debidamente. Él tenía que ir a salvar a su vieja.
- Me has prometido una vuelta por la nave, superman.
- Agárrate a mí, preciosa.





Wicca torcía a la derecha por un pasillo con aspecto de túnel tras comprobar, en uno de los muchos puntos táctiles de información, que había un camino más corto para llegar al puente, cuando, inesperadamente, se dio de bruces con Selekna.

- ¡Capitana!
- ¿A qué tanta prisa, consejero?
- ¡Mi madre! ¡Tenemos que protegerla!

Selekna debió notar cierta agitación, tanto en la voz de Wicca como en el propio mensaje, pero por algún motivo decidió pasarla por alto.

- Eso intento, protegernos a todos. Ya he perdido tres hombres y no voy a permitir…
- ¿Viene del puente?
- No exactamente.
- ¿No se ha cruzado con ella?
- ¿Con ella?
- ¡Con la Embajadora! ¡Nisary! ¡Mi madre!
- La verdad es que no. Desde que se fue camino de tus aposentos hará unos quince minutos no he vuelto a verla. Pero es normal. He estado ocupada preparando nuestro pequeño amago de evasión con esa encantadora salina. Por cierto…

Wicca tenía asuntos más importantes de los que ocuparse que escuchar a la capitana farfullar sobre la salina, así que la esquivó y echó a correr hacia el puente. De súbito se quedó sin respiración. Selekna lo había cogido por el cuello del uniforme, deteniendo en seco su avance y produciéndole una brusca e inesperada presión en la faringe que lo hizo toser de forma violenta.

- ¿A dónde crees que vas?

Wicca se soltó con un golpe desairado y le lanzó una mirada asesina, llevándose las manos al cuello.

- A salvar a mi madre –casi escupió las palabras.
- Creo que es más prudente que permanezcas en tus aposentos, consejero.

Wicca empezó a alejarse caminando hacia atrás para no perder de vista a la capitana, que esta vez no hizo nada por detenerlo. Cuando estuvo seguro que no lo alcanzaría se dio la vuelta, dio un traspiés, se estabilizó y salió a todo correr hacia el puente. Cuando llegó a la compuerta indicada dio por hecho que ésta se abriría, pero no lo hizo y Wicca detuvo el golpe con las manos en el último momento. Selekna apareció a su espalda, caminando tranquilamente.

- Los accesos al puente están cerrados, consejero. Estamos en alerta máxima. Todo el mundo debe permanecer en sus aposentos hasta nueva orden. Acompáñame, te llevaré de vuelta…
- ¡Abra esta puerta! ¡Ahora!
- Tu madre está perfectamente… Vaya, todo lo perfectamente que pueda estar en una nave secuestrada por fuerzas desconocidas. Vuelve a tu camarote y te prometo que la encontraré y la llevaré contigo en cuanto disponga de un minuto.
- Abra… la… maldita… puerta.
- Está bien.

Wicca se puso en posición de defensa. No sabía si la capitana estaba accediendo con esa respuesta a abrir el acceso al puente o si le estaba indicando que había terminado con su paciencia y lo llevaría de vuelta a su camarote por la fuerza. Pero Selekna dijo una clave en voz alta y el acceso se abrió sin más. Wicca se introdujo en el puente como una exhalación y echó un rápido vistazo. Algunos oficiales lo miraron con curiosidad, más por el estado de agitación en que parecía encontrarse que porque les pareciera fuera de lugar que el consejero de la Embajadora volviera al puente.

- ¿Dónde está? –preguntó Wicca, a nadie en particular.

Casi se había imaginado luchando ferozmente contra uno de los oficiales de Selekna, forcejeando hasta arrancarle el arma con la que pensaba asesinar a su madre. Pero Nisary no se encontraba en el puente.

De pronto comprendió que no podía tener la seguridad de que su madre se hubiera dirigido a aquel lugar tras salir de su camarote. Había dado por supuesto que ocurriría allí, en el puente de la Pressure. Que la mataría algo relacionado con el secuestro de la nave, con la salina, con los extraños acontecimientos que habían vivido en las últimas horas.

El miedo se apoderó de él. Si su madre estaba tan convencida de que iba a morir, y tan dispuesta a no hacer nada, quizá hubiera dedicado los últimos minutos de su vida a despedirse de su actual compañero sentimental. Recordó que mientras su madre le revelaba aquellos secretos, Tais la esperaba fuera del camarote.

La verdad lo dejó sin respiración: Nisary estaba muerta. Debía estar en compañía de Tais cuando el siniestro reloj que había programado había llegado al final de su cuenta atrás. Wicca había perdido un tiempo precioso acudiendo al puente de mando.

Selekna lo tomó por los hombros.

- Vamos a ver si arreglamos esto –dijo, y a continuación se dirigió a la oficial de seguridad. –Sargento, localice a la Embajadora. –Podemac miró con estupefacción a su capitana y Selekna se vio obligada a apremiarla. – ¡Hágalo!

La sargento tecleó una orden en su consola y consultó la pantalla en busca de la señal de la Embajadora Nisary. Wicca se había zafado de la capitana y observaba las evoluciones de Podemac por encima de su hombro. La chica, que era mucho más expresiva de lo que precisaba una oficial de su rango, puso cara de no creerse lo que estaba viendo. Tecleó nuevas órdenes y su desconcierto creció todavía más.

- Capitana. No me lo explico. He aplicado todos los mecanismos de detección, de vida, masa, energía y movimiento. Según esto, la Embajadora Nisary no se encuentra a bordo de la nave.




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