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viernes, 2 de abril de 2010

Capítulo X: El incidente


- Embajadora Nisary. Es un placer conocerla. Y este joven tan apuesto debe de ser su hijo Wicca. Tengo entendido que ha acabado la carrera en un tiempo récord.

Era la quinta vez que alguien se les presentaba con aquellas palabras y Wicca empezaba a estar harto de los delegados, subdelegados, ministros, secretarios y subsecretarios de idéntico aspecto y ademanes cuadriculados. Tener que someterse a aquella verborrea, tan ampulosa como desgraciadamente necesaria, era lo que peor llevaba de la profesión que había escogido (aunque a veces se planteaba si no era la profesión la que lo había escogido a él).

Peter había insistido en acompañarlo acomodado en un bolsillo de su chaqueta. Wicca le había dado un repaso a la red neuronal de su cerebro positrónico nada más levantarse para que no volviera a darse un incidente como el de la tarde anterior, en presencia de Tais. Si lo descubrían con un juguete en el bolsillo no lo tomarían en serio nunca más. Cierto es que también estaban los encargados de los diferentes arcos de seguridad, pero Wicca estaba razonablemente seguro de que, aunque vieran en sus pantallas al muñeco en su bolsillo, mantendrían la boca cerrada.

Lo que no sabía es que en el doble forro de su maleta de mano había una intrusa.



Después de la recepción oficial y de una visita guiada por el puerto espacial Star-Eleven llegó el momento de subir a bordo de la nave. Tais había desaparecido en algún momento de la mañana, cosa que Wicca agradecía. Suponía que su madre no estaba preparada para anunciar el compromiso. Había representantes de los más importantes medios de comunicación por todas partes. Nisary, prudentemente, habría decidido apartarlo para evitar escándalos. Si bien podía parecer cosa de otros tiempos más pacatos, aún había gente que se escandalizaba de que quienes debían representarlos llevaran una vida amorosa y/o sexual plena, como la gente de a pie.

Una comitiva de treinta y dos personas, entre funcionarios del gobierno de la Unión, altos mandatarios y agentes de seguridad, guió a Wicca y a Nisary a través de varios pasillos retráctiles, al final de los cuales los esperaba Selekna, la capitana de la Pressure, y cinco de sus oficiales, presumiblemente los que compartían el puente de mando.

Selekna estrechó la mano de Nisary con cordialidad y a Wicca le dedicó una amplia sonrisa.

- Embajadora. Consejero. Soy la capitana Selekna. Es un honor para mí recibirles a bordo de mi nave. Me encargaré personalmente de que pasen este largo viaje lo más cómodamente posible. Estos son…

Entonces hubo un revuelo detrás de ellos. Alguien venía corriendo por el pasillo, apartando a la gente a empujones. Wicca se puso instintivamente delante de su madre para ofrecerle protección.

En un movimiento automático, siete hombres del equipo de seguridad y los cinco oficiales de la Pressure, más la capitana, sacaron sus armas. Una fotógrafa salió despedida de un empellón, yendo a parar a brazos del más anciano de los delegados y Tais frenó en seco a escasamente un metro de Wicca, que había abierto los brazos intentando ofrecer un blanco mayor.

- Menos mal. Pensé que ya os habríais marchado.
- ¡Bajen las armas! –gritó Nisary. – Es Tais. Viene con nosotros.

Tais estaba despeinado y le habían partido un labio. Tenía sangre en la camisa, pero no sólo la que le goteaba de la boca. Wicca vio que tenía los nudillos despellejados y ensangrentados, como si hubiera estado peleándose a puñetazos contra un árbol. Tais había intentado limpiárselos en la camisa, quizá tratando de ofrecer un aspecto mejor, pero empeorándolo considerablemente.

Peter se asomó disimuladamente por el borde del bolsillo de la chaqueta de Wicca para enterarse del percal pero el muchacho le puso un dedo sobre la cabeza y lo empujó hacia abajo.

- ¿Qué ha pasado? –preguntó Nisary, con un hilo de voz.
- Dos tipos me interceptaron en los lavabos –explicó Tais, tratando de recuperar el resuello. - No creo que quisieran matarme. Iban fuertemente armados pero no me dispararon, ni siquiera cuando reduje a uno de ellos. Supongo que sólo querían impedirme que fuera con vosotros.
- ¿Dónde están ahora?
- Tranquila, los han detenido. Ahora mismo los están interrogando.

Uno de los oficiales de la Pressure le dijo a la capitana algo al oído y ella asintió con la cabeza. Luego se dirigió a Nisary.

- Podemos retrasar la partida si es su deseo, Embajadora.

Nisary miró primero a Tais y luego a Wicca, como si esperara que ellos le dijeran qué hacer. Finalmente dijo:

- Durante al menos treinta días estaremos en comunicación con la Tierra sin apenas retardo. Me pondré en contacto con las autoridades desde la nave para averiguar quiénes eran esos hombres y qué tramaban. No veo motivo para retrasar nuestro viaje. Pero me gustaría que su médico atendiera a este hombre inmediatamente.

Selekna asintió y le pidió a Tais su identificación. El rubio ya la llevaba en la mano. La capitana comprobó sus credenciales y lo hizo seguir al oficial médico. Al pasar junto a Wicca, Tais le dijo:

- Debí hacerte caso. Lo siento. De verdad.

Wicca hizo un gesto de quitarle importancia al asunto pero no le sonrió.
Nisary siguió a Tais con la mirada, una mirada llena de inquietud, hasta que el rubio desapareció tras un recodo, ya dentro de la nave.

- Y ahora, si tienen la amabilidad de seguirme, les enseñaré la Pressure. Aunque si prefieren ir directamente a sus aposentos lo entenderé. Este altercado me ha partido en dos todo el protocolo –dijo Selekna, con media sonrisa.
- Yo conozco su nave al dedillo pero me consta que mi hijo y consejero está deseando que se lo enseñen todo cuanto antes –dijo Nisary, aún no repuesta de la impresión de ver aparecer a Tais con tan mal aspecto.
- En ese caso…

Minutos después Wicca se quitaba la chaqueta y se dejaba caer sobre la que iba a ser su cama durante aproximadamente los próximos tres meses. La capitana le había acompañado personalmente a su camarote y antes de marcharse le había comunicado que en veinte minutos le esperaba en el puente de mando para mostrarle la Pressure. La partida estaba prevista para las 14:00 horas y para eso faltaba más de una.

La habitación no era muy espaciosa pero Wicca disponía de todas las comodidades que pudiera desear. Y pese a lo que había temido, sí había una terminal Sky-Horizon para conectarse al InterStar. Por lo menos podría hablar con sus amigos, algunos de los cuales vivían en los confines del universo conocido.

Peter salió a rastras del bolsillo de la chaqueta que había quedado tirada de cualquier manera sobre la misma cama, y miró a Wicca con enojo.

- Si no vas con cuidado acabarás rompiéndome el cuello.
- No eres tan endeble, miniatura. Por cierto, Peter. –Wicca se sentó en la cama. – Tengo algo para ti. Quería dártelo esta mañana, pero mi madre casi me ha sacado a rastras de la habitación.
- Lo sé, yo estaba allí.

Wicca cogió su maleta de mano y la abrió. Peter entrecerró los ojos, deseando que el chico no encontrara a Salma todavía. No estaba seguro de que Wicca se alegrara de verla, y prefería esperar a que la nave zarpara para dejar caer que el equipo se había incrementado con una fiscal. Pero Wicca sacó algo de un bolsillo interior de la maleta y Peter respiró tranquilo.

El muchacho sostenía un cinturón del tamaño adecuado para Peter.

- Oh, vaya. Has ido de compras y no me has avisado –se burló O’Donnell. –Te lo agradezco, pero yo ya hice mi propia maleta. Gracias a Dios, tu padre me compró bien equipado.
- No es un cinturón normal y corriente. Perteneció a Jonathan Hope.
- ¿Tengo que reconocer ese nombre?
- Supongo que no. Es el cinturón antigravedad del capitán Hope, otro de los juguetes que me regalaron de niño. Creo que cuando aprendas a usarlo me lo agradecerás. Verás incrementada tu movilidad en un dos mil quinientos por ciento.
- ¿Tanto?
- Por ahí, por ahí.

Peter torció el gesto, nada convencido. Acababa de imaginarse a sí mismo revoloteando por el techo y golpeándose contra una bombilla, como una mariposa de la luz.

- Yo soy un abogado. Los abogados no volamos. Además, no quiero parecerme a la jodida campanilla.
- ¿Quién?
- Da igual. A ver, trae. Voy a probármelo.

Peter se quitó su propio cinturón y antes de ponerse el otro inspeccionó el material de que estaba hecho con cara de asombro.

- ¿Es cuero auténtico?
- No lo sé.
- Mi ropa no es tan buena.
- Supongo que los superhéroes cobran más que los abogados –ironizó Wicca.

Peter se abrochó el cinturón y preguntó qué tenía que hacer.

- Pues… no sé –admitió Wicca, rascándose la cabeza.
- ¿Qué hacía el capitán Hope?
- Simplemente volaba.
- No parece que tenga ningún mecanismo oculto lleno de botoncitos para introducir coordenadas.
- Sería muy complicado de usar. Yo creo que debe reconocer los impulsos de tus músculos. Tírate de la cama con intención de volar, a ver qué pasa.

Peter lo miró no muy convencido pero se acercó al borde la cama y echó un vistazo hacia abajo.

- Bueno, no está demasiado alto. No creo que me mate.
- Yo tampoco.

Caminó unos pasos hacia atrás para coger carrerilla, se santiguó y corrió hacia el borde de la cama. Saltó, y por un glorioso momento permaneció suspendido en el aire para caer luego, repentinamente, sobre la moqueta. Se puso de pie inmediatamente y se arregló la vestimenta con aire digno, aunque luego lo estropeó cuando se puso a dar saltitos.

- ¡Otra vez! ¡Otra vez! ¡Súbeme a la cama! ¿Lo has visto? He flotado un poco.

Wicca volvió a ponerlo sobre la cama, sonriente.

- Ve practicando. Yo voy a darme una ducha rápida.
- Date prisa. No hagas esperar a la capitana.

Wicca se acercó a un armario y la puerta se desmaterializó al instante. Su ropa ya estaba colocada en perchas y los cajones llenos con sus camisetas y ropa interior. Además, había varios uniformes auto ajustables con insignias de la flota galáctica de la Unión. Cogió una camiseta, unos calzoncillos y uno de sus mejores uniformes y se metió en el baño.

- ¿No has traído toallas? -le preguntó Peter, que se preparaba para saltar de nuevo.
- ¿Toallas? ¿Qué son?
- Olvídalo. Supongo que os meteréis dentro de un secador gigante o tendréis unas plantas enormes que os chupen el agua con una cómoda lengua rosada con propiedades exfoliantes.
- ¿Qué? –preguntó Wicca, asomándose por la puerta del baño.
- Nada, nada –y Peter saltó, aguantando esta vez cinco segundos en el aire.

Cuando Wicca salió del baño, ya duchado y convenientemente uniformado, Peter le dijo:

- Mira lo que hago –y volvió a tirarse de la cama, permaneció unos segundos flotando en el aire y entonces cayó hacia arriba, dándose la vuelta al llegar al techo para ponerse a caminar por él. - ¿Qué te parece?
- Testicular.
- La expresión correcta es cojonudo. En cuanto al lenguaje coloquial está claro que habéis involucionado un huevo. -Peter bajó del techo flotando y se paseó arriba y abajo por delante de la puerta. - ¿Cómo puedo abrir esto?
- Supongo que necesitarías tener algo más de masa para que el sensor te detectara.
- ¿De qué me sirve volar si estoy encerrado?
- Seguro que puedes colarte por los conductos de ventilación.
- No pienso rebajarme a eso – manifestó Peter, cruzándose de brazos. - ¡Muéstrame la salida, puerta!- exclamó. - ¡Ábrete, sésamo!- gritó. Luego hizo una floritura con la mano, como si sostuviera una varita y gritó: -¡Alohomora!

Wicca lo observaba, divertido.

- Yo de ti me alejaría un poco y buscaría el punto exacto donde situarme para que el sensor me detectara –aconsejó.
- ¡Buena idea!

El minúsculo abogado se alejó medio metro y revoloteó de un lado para otro. Consiguió abrir la puerta al quinto intento y dio una voltereta en el aire para celebrarlo. Luego se sintió un tanto estúpido.

- Siempre he odiado las películas de Disney –comentó para sí.

Volvió a la cama con un vuelo exento de entusiasmo, para compensar, y la puerta volvió a cerrarse con un siseo.

- Deberíamos ir al puente. No puedes llegar tarde, Wicca.
- Ya, ya lo sé. Pero quería preguntarte algo importante.
- Espera, que pongo mi cara de representante legal.
- Es sobre Tais.
- Hum, creo que sé exactamente lo que quieres saber.
- ¿En serio?
- Quieres saber qué opino de la paliza que le han dado. En un primer momento has creído lo que le ha contado a todo el mundo ahí fuera, pero como estamos peligrosamente paranoicos, ahora sospechas que él y la oscura organización para la que trabaja han urdido esa farsa de la pelea en los lavabos para que tu madre y tú volváis a confiar en él. Hacerse el agredido es una de las formas más antiguas de ganarse la confianza de la gente. No sólo ha quedado como un héroe escapando de esos dos gorilas armados hasta los dientes, sino que además ha hecho creer a Nisary que el propio Tais es la persona más cualificada para defenderla de lo que sea a lo que se enfrente, ya que si no, los enemigos de la Embajadora no hubieran querido dejarlo precisamente a él fuera de combate, en lugar de a todo ese equipo tan impresionante de seguridad que os acompaña a todas partes.
- Vaya. Eres bueno. ¿Y crees todo eso que has dicho?
- La verdad, no sé qué pensar. Pero espero que tu madre sea lo suficientemente astuta como para no tragarse el anzuelo.
- Mamá está enamorada hasta la médula. Basta con ver la cara que ha puesto cuando lo ha visto aparecer. Creo que ahora mismo es la persona más obtusa de la nave.
- Pues habla con la capitana Selekna y pídele consejo. Parece una buena aliada, y no podemos sospechar de todo el mundo o nos volveremos locos. -Peter voló hasta un bolsillo del uniforme de Wicca y se escondió dentro mientras decía: -Y ahora, vamos a dar esa vuelta por la nave, grandullón.



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