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domingo, 4 de abril de 2010

Capítulo XI: El gran altercado


- Ésta es la estación de comunicaciones y el alférez Firell, su encargado. Su trabajo consiste en controlar todos los enlaces y transmisiones de la nave, entrantes, salientes, internas o externas, además de ocuparse de que los traductores funcionen correctamente. Te lo explicaría él mismo pero está comiendo con su madre. Espero que esté aquí para dentro de diez minutos o de lo contrario lo lamentará durante los próximos tres meses. - Algunos oficiales sonrieron aunque la capitana hubiera dicho aquello sin rastro de humor. – Y esta otra es la estación de seguridad y defensa. La sargento Podemac estaría encantada de explicarte en qué consiste su trabajo si estuviera en su puesto – Más sonrisitas.
- Lo siento, señora. Una pequeña indigestión de último momento –dijo la aludida saliendo de un ascensor y sentándose ante su estación, aunque con la cara ligeramente pálida.
- En fin, Consejero Wicca. ¿Te habías imaginado así la Pressure? ¿Supera tus expectativas? Me refiero a la nave, no a la falta de coordinación y puntualidad de mis oficiales.

Wicca le había pedido expresamente que lo tuteara.

- Me parece fantástica.

Peter carraspeó desde el bolsillo y Wicca se dio un golpe en el pecho fingiendo que se rascaba. La sargento Podemac llamó la atención de la capitana por algún asunto relacionado con la seguridad y Wicca aprovechó el momento para darse la vuelta y mirar dentro del bolsillo.

- ¿Y a ti qué te pasa? –murmuró, procurando no llamar la atención.
- A mí no me parece gran cosa el puente. Nada que ver con el de la Enterprise de Picard.
- No sé de qué me estás hablando.
- Star Trek. Televisión.
- Te recuerdo que eres un muñeco. Tú nunca has visto la televisión.
- Pues recuerdo haberlo hecho. Y si lo recuerdo, es que lo he hecho. O casi.
- Peter… -Wicca se interrumpió. Todos los oficiales se habían reunido alrededor de la estación de seguridad y murmuraban en voz baja, al parecer, bastante nerviosos.
- ¿Ves? Parecen un montón de críos asustados. Nada que ver con los oficiales de Picard.

Wicca lo hizo callar y se acercó a la capitana, que examinaba una de las pantallas de la estación con evidente preocupación.

- ¿Ocurre algo, capitana Selekna? –preguntó, intranquilo. Su madre no se encontraba en el puente.
- Por un momento hemos detectado una forma de vida extraña. Ahora no la localizamos –contestó la capitana, sin mirarlo.
- ¿Y… tiene idea de qué podía ser?

Fue Podemac quien contestó, con la cara aún más pálida que antes.

- Aquí está la respuesta. Según mis instrumentos podría ser una salina. Aunque… no, no creo. Esa cosa era demasiado pequeña.
- Las salinas lo son –dijo un alférez tan alto que podía inspeccionar las cabezas de todos.
- Demasiado pequeña para ser una salina –se corrigió Podemac.
- ¿Podría ser una salina joven? - preguntó la capitana.
- Cuando se dividen de la progenitora ya tienen el doble de tamaño que lo que hemos detectado. Que yo sepa no hay salinas tan pequeñas.
- ¿Y si hubiera tenido un accidente? –dejó caer Wicca.
- ¿Hay alguna posibilidad de que haya sido un error del ordenador? –preguntó la capitana.
- Me extrañaría, pero no puedo descartarlo –contestó Podemac.
- Si fuera una salina más pequeña de lo normal, ¿podría pasar desapercibida a los sensores? –preguntó Wicca, con aire inocente.
- El problema con las salinas –respondió la capitana- es que se mimetizan con lo que encuentran a su paso. Pueden adoptar las características de cualquier tipo de materia. Se hacen completamente indetectables. Dudo que el ordenador se haya equivocado. Esa salina debe haber entrado en la nave y la hemos detectado cuando cambiaba de vehículo.
- ¿Y en qué zona…?

La capitana Selekna miró a Wicca con cierta aprensión, pero luego sus facciones se suavizaron.

- No te preocupes, Consejero. Esa salina no estaba en los aposentos de la Embajadora Nisary. Pero vamos a tener que retrasar la partida. Tendremos que hacer una limpieza exhaustiva de la Pressure y, antes de nada y más importante, avisar de esto a las autoridades – y miró hacia la estación de comunicaciones, que seguía vacía.

Cuando la capitana se dirigía hacia allí con intención de hablar directamente con el gobierno de la Unión, hubo una conmoción y las once personas que ocupaban el puente de la Pressure perdieron el equilibrio. Luego un estremecedor rugido de metal contra metal ensordeció a Wicca mientras Peter gritaba que eso ya se parecía más a la Enterprise de Picard.

- ¡Sargento, informe! -gritó la Capitana.

Podemac tecleaba febrilmente en su consola.

- Nos han envuelto en una especie de rayo energético de tracción. Estamos siendo arrastrados, Selekna.
- Pase a alerta máxima.

El puente se oscureció y se tiñó de un tono rojizo. La capitana parecía atrapada en una lucha entre su desconcierto y su confusión. Wicca podía entenderlo. Si aún no habían despegado del puerto espacial, ¿cómo podían estar siendo arrastrados? ¿Y hacia dónde?

- ¡Informe de daños!
- Todas las estaciones están en perfecto estado, excepto la de transbordo. No hay bajas, al menos dentro de la nave.
- ¿Ha habido despresurización?
- La energía que nos envuelve y arrastra la ha evitado. Estoy levantando campos de fuerza para proteger la zona afectada para cuando logremos soltarnos. Paso visual a pantalla.

Una imagen tridimensional del exterior de la nave ocupó una cuarta parte de la zona superior del puente. Wicca hubiera preferido una pantalla clásica; así tenía la impresión de que se había colado un pedazo del espacio en la nave. El pasillo retráctil que habían acondicionado para acceder a la Pressure aparecía partido y retorcido en un extraño ángulo y tres cuerpos flotaban lentamente en el espacio. La nave se alejaba del puerto espacial Star-Eleven a velocidad de vértigo.

Una de las oficiales se había llevado las manos a la boca y contemplaba horrorizada los tres cuerpos que se hacían rápidamente más pequeños conforme se alejaban. La capitana también parecía afectada pero mantuvo mucho mejor la compostura. Aquellos cuerpos pertenecían a tres de sus oficiales. Se disponían a abordar la nave segundos antes del... ¿ataque?

Wicca no tuvo dudas, por el comportamiento de los miembros del puente, de que uno de aquellos hombres era Firell, el oficial de comunicaciones que llegaba tarde por haber ido a comer con su madre para despedirse, y se sintió irracionalmente responsable de su muerte.

- ¿Quién nos arrastra? -ladró Selekna.

Sus estrategas se afanaban ante las consolas.

- Señora, mi primera impresión era errónea. No es un rayo tractor. No hay ninguna nave en las inmediaciones que nos remolque -recitó Podemac, procurando no dejar entrever sus emociones, aunque sin conseguirlo.
- Entonces, ¿qué es esto?
- No lo sé....

Nisary irrumpió en el puente. Echó un vistazo a Wicca para cerciorarse de que se encontraba bien y se dirigió a la capitana.

- Selekna...

La otra hizo un ademán de ahora no, Embajadora, que era como un ademán de ahora no, pero suavizado. Luego se dirigió a Podemac.

- Quiero una respuesta mejor que esa, sargento. Conjeture.
- Bien. Creo que es una especie de bolsa de energía transdireccional controlada a distancia. Estoy intentando calcular la trayectoria que llevamos. –Podemac hizo una pausa para cotejar los datos que escupía su consola. - La velocidad con que estamos siendo impulsados no ha dejado de incrementarse. Como siga ascendiendo de esa manera, pronto sufriremos un colapso estructural.
- A no ser que la burbuja también nos proteja de eso -participó el oficial científico.
- ¿Qué dicen desde la Tierra? -le preguntó entonces Selekna a un oficial que se había sentado en la estación de comunicaciones.
- El fenómeno nos mantiene totalmente incomunicados. Si eso nos saca del sistema solar y luego cambia de dirección, no conseguirán seguirnos la pista, Capitana.
- Coincido con el análisis -dijo Podemac. - El fenómeno no deja trazas de partículas a su paso. Las naves de la Unión no podrán seguirnos el rastro.

Selekna se dirigió al oficial científico.

- ¿Qué ocurriría si disparáramos un torpedo ahora? ¿Cree que destruiríamos la bolsa?
- Junto con la nave, capitana. Estoy haciendo todas las simulaciones posibles y todos los resultados son catastróficos.
- ¿Podemos evacuar?
- El campo que nos arrastra tiene una fuerza seis veces mayor a nuestro campo máximo. No hay cápsula de salvamento capaz de atravesarlo y si lo intentáramos me temo que quedaríamos reducidos a polvo cósmico.
- En resumen. Alguien nos está robando la Pressure con tripulación incluida y no podemos hacer nada por impedirlo -murmuró Selekna. - Roderik, supongo que los canales internos funcionan sin problemas.

El oficial encargado de las comunicaciones en ausencia de Firell hizo un gesto afirmativo.

- Envíe un mensaje a todas las estaciones de la nave. Que todos los civiles permanezcan encerrados en sus aposentos. No quiero tener una muchedumbre dominada por el pánico pululando por la nave. Embajadora, eso no iba por usted.
- Si cree que es lo mejor, volveré a mis aposentos inmediatamente.
- No es necesario, se lo aseguro. Alférez, abra audio. Con todas las estaciones. -Roderik levantó el pulgar cuando el micro de solapa de la capitana estuvo en línea. - Este mensaje va dirigido a la salina. Soy la capitana Selekna. Hemos detectado su presencia a bordo de nuestra nave. Se requiere su presencia de inmediato en el puente de mando. Estamos siendo arrastrados hacia el exterior del sistema solar en contra de nuestra voluntad. Precisamos de su inestimable ayuda. - Hizo un gesto a Roderik para que cortara el audio.
- Ha sido demasiado amable -comentó la sargento Podemac, aunque al instante pareció arrepentirse de haber dicho aquello en voz alta.
- ¿Es que hay una salina a bordo? -preguntó Nisary, perpleja.
- Me temo que sí -contestó Selekna.
- ¿Se han arriesgado a romper el tratado?
- De hecho, lo han roto sin más. De lo que nos cuente ahora dependerá el futuro de las relaciones de su raza con los humanos.
- A no ser... -comenzó Wicca - ... que la Pressure se pierda en el espacio…
- …y en la Tierra nunca lleguen a enterarse de que las salinas han violado el tratado –terminó Nisary.

El silencio cayó como una losa sobre los oficiales del puente.
El enemigo podía estar dirigiéndose hacia allí, invitado por la capitana, en aquel preciso instante.



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