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miércoles, 28 de abril de 2010

Capítulo XVI: Motín


Podemac dejó el cuerpo de Dealish en el suelo, junto a la cama, y bloqueó la puerta como había hecho la Embajadora anteriormente.

- Esperaba encontrarte sólo, consejero Wicca -dijo, como si el chico esperara su visita, que no era el caso, y no hubiera nada extraño en haber dejado k.o. a un miembro de su propio equipo y haberlo entrado allí a rastras.
- Tais es de confianza -contestó Wicca automáticamente. Quizá diciéndolo mucho empezaría a creérselo él también.
- Consejero, ahora mismo nadie es de confianza. -Wicca asintió, ya había oído eso antes. - Ahora escuchadme los dos, no tenemos mucho tiempo. No puedo estar segura de cuántas salinas hay a bordo. Sólo sé que la capitana Selekna no es quien yo conozco. Ha intentado envenenarme para quitarme de en medio. Creo que fue durante la comida, así que es posible que la poseyeran antes de que zarpáramos. -Podemac hablaba muy deprisa y ni Tais ni Wicca la interrumpieron. - Farwiden, el jefe médico de a bordo, me acaba de confirmar que aún tengo erebrónida en la sangre. No me han administrado suficiente para matarme pero sí para dejarme fuera de combate durante horas. La suerte es que tengo alergia a la varamina, una sustancia que se usa como aislante en los uniformes de la Unión, y me inoculan semanalmente Imoterifal, que controla mi alergia y que, por un casual, neutraliza los efectos de la erebrónida. Así que sólo he sufrido una molesta indigestión. No tengo pruebas de que haya sido Selekna, como os digo puede haber otra salina o treinta más, pero de momento ella es la única que se comporta de un modo diferente al habitual.
- Y usted es... -intervino Tais.
- Sargento Podemac, Jefe de seguridad de la Pressure. Siento no haberme presentado, pero el consejero ya me conoce y yo no esperaba encontrarlo acompañado por usted.
- ¿Tiene rango para desautorizar a la capitana? –inquirió Tais.
- La única persona con potestad para desautorizarla es el jefe médico, y sólo si tiene pruebas suficientes para verificar la incapacidad de la capitana para ejercer su cometido.
- Pues debería estar reuniendo esas pruebas -dijo Tais.

Podemac lo miró con extrañeza.

- Supongo que lo que Tais quiere saber es qué hace usted aquí, contándonos todo esto, si tiene problemas más importantes de los que ocuparse en la nave. Aunque creo saber la respuesta y no me gustará oírla.
- Consejero, hace un rato, cuando viniste al puente en busca de la Embajadora, la capitana me pidió que rastreara su señal, lo cual me sorprendió porque habían salido juntas del puente dos minutos antes. Al hacer el barrido descubrí que la embajadora ya no se encontraba a bordo. Tú quisiste saber el último lugar donde la habíamos detectado y Selekna se enfadó y te llevó a su despacho. Yo aproveché ese momento para investigar lo que me habías pedido. Tu madre estaba con Selekna en el momento en que desapareció, en el corredor de acceso al puente por el que tú accediste después, consejero. No sé lo que ocurrió en ese corredor, pero no quedó ni rastro de la Embajadora.- Tais palideció. Wicca pareció recibir la confirmación de lo que ya sabía con mayor entereza. - El médico me ha explicado hace unos minutos, a través de un mensaje codificado, lo que ya os he contado: que he sido envenenada y las razones por las cuales el veneno no me ha dejado inconsciente. Así que he fingido un desmayo, que si mi teoría es correcta, la capitana debía estar esperando desde hace dos horas, y me han sacado del puente delante de sus propias narices. El siguiente paso era venir aquí y neutralizar a Dealish, porque no puedo estar segura de que la capitana no le haya dado orden de liquidarte o no vaya a hacerlo en cualquier momento. Dealish es conocido por acatar las órdenes sin rechistar, y mi misión es velar por la seguridad de la nave, y especialmente por la de la Embajadora y su consejero. He permitido que la mataran a ella. No sucederá lo mismo contigo.
- ¿Y cual es el siguiente paso, Sargento? -dijo Tais, con una oscura determinación en la mirada.
- No tengo la menor idea- dijo Podemac, sin ningún rubor. - Sé que es absurdo que una jefa de seguridad de una nave de la categoría de ésta esté tan perdida, pero me siento desbordada. Debo proteger esta nave y su tripulación de su propia capitana y de esa amenaza externa –dijo, señalando el ojo de buey que daba al exterior y por el que se veía una luz rojiza. - El cómo voy a hacerlo, de momento, es un misterio.
- Si le sirve de algo yo he sido soldado de fortuna, y he salido airoso de situaciones tan complejas como ésta –se ofreció Tais.
- ¿Soldado de fortuna?
- Una suerte de soldado.
- No, si ya sé lo que es.
- Si desea nombrarme su segundo mientras dure la contingencia...

Podemac miró a Wicca inquisitivamente.

- Creo que lo dice en serio. Se supone que es psicólogo, pero, según mi difunto padre, también se dedica a viajar por la galaxia sacando de apuros a... -iba a decir desagradecidas damiselas, parafraseando a Siras, pero aquello no le haría gracia a Podemac, así que dijo: - Bueno, ayudando a quien lo necesita.
- Está bien. Tais, ¿no? Por la presente y hasta que volvamos a la Tierra, (dado que la misión diplomática parece abortada), o recuperemos el control de la situación en la Pressure, te nombro mi segundo. Bien, ahora hay que trazar un plan. Debéis saber que si no se confirma que la capitana actúa bajo el poder de una salina, estaréis formando parte de un motín en toda regla.
- Yo aceptaré encantado el castigo que la Unión quiera imponerme -dijo Tais. -Pero también juro que la asesina de Nisary no saldrá con vida de esta nave.
- Pero, si hay una salina de por medio... - Podemac empezó a preguntarse demasiado pronto si nombrar a ese rubio su segundo había sido buena idea.
- De momento, ¿en quién más podemos confiar? -preguntó Tais.
- El médico está de mi parte y en el puente he oído comentarios. Algunos de mis compañeros también han notado que Selekna se comporta de forma extraña. Pero no sé de quién puedo fiarme. Los miembros de mi equipo no secundarán un motín. ¿Quién puede asegurarles que no soy yo la poseída? Le debemos lealtad a nuestro capitán, más en situaciones desesperadas y caóticas, como la actual. Hemos pasado otras veces por situaciones difíciles y siempre nos ha llevado sanos y salvos de regreso a casa. Definitivamente, y simplificando, la creerán a ella.
- Entonces habrá que convencerlos con hechos de que no está en sus cabales- sentenció Wicca.



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domingo, 18 de abril de 2010

Capítulo XV: Disgregación


La capitana consultó los resultados con el ceño fruncido y aire de no tenerlas todas consigo.

- Sargento –dijo luego. - Haga otro barrido. Por todas las cubiertas. No deje un solo rincón de la nave sin examinar. La Embajadora no puede haber abandonado la Pressure con esa maldita bolsa de energía aprisionándonos. Compruebe si falta alguna cápsula de salvamento, no obstante.
- Sargento -intervino Wicca, tratando de mantener la calma. -¿Puede decirme el último lugar dónde se registró su presencia?
- No conteste, sargento -dijo Selekna, con patente enojo. - Consejero, a mi despacho.

Wicca la siguió de mala gana. Cuando la puerta se cerró, a Selekna se la llevaron los demonios.

- Comprendo que estés preocupado por tu madre, pero en esta nave no eres nadie para dar órdenes. No vuelvas a ponerme en entredicho.

Wicca le sostuvo la mirada sin comprender qué estaba ocurriendo allí exactamente. Finalmente dijo, pronunciando muy despacio:

- Da la impresión de que no desea resolver este asunto, capitana.
- Esta… desaparición constituye un misterio más que se añade a los que ya padecíamos antes, Consejero. Mi prioridad es sacar con bien a mi tripulación y a mi nave de esta contingencia, y como ya dije antes, no estoy dispuesta a perder a nadie más en el proceso.
- Mal empieza.
- La Embajadora aparecerá más tarde o más temprano. Quizá esa maldita bolsa de energía esté interfiriendo en nuestros sensores. Ahora tengo que pedirte que tampoco interfieras tú. Haré que alguien te acompañe a tu camarote. Me gustaría que permanecieras allí hasta nueva orden. Y, consejero, acepta éste y procura no dar un ruido. No quisiera tener que encerrarte.
- Creo que no me está tratando con la deferencia debida, capitana.
- Los traidores no me merecen deferencia alguna. -Wicca se quedó con la boca abierta. -¿Creías que la salina te guardaría el secreto? Esa cosa habla por los codos. Sé que pactasteis en la Tierra y que la ayudaste a abordar la nave.
- ¡Eso es mentira!
- Será mejor que no digas nada más. Resérvate para el consejo de guerra.
- No estamos en guerra.
- Esperemos a ver cómo termina esto. -Pulsó un botón de su escritorio. - Dealish, a mi despacho. -Y dirigiéndose a Wicca: - Mientras vienen por ti, me gustaría saber por qué corrías hacia el puente cuando nos hemos encontrado y por qué creías que tu madre se encontraba en peligro.
- Creo que le voy a hacer caso, capitana -soltó Wicca, con desprecio. - Esperaré a ese consejo de guerra para decir nada más.

. . .


Dealish, oficial del equipo de seguridad, acompañó a Wicca a su camarote y le dijo que se quedaría en la puerta por si necesitaba algo. Aunque se refería a que estaría montando guardia por si se escapaba, Wicca le tomó la palabra.

- En realidad, sí necesito algo. Tráigame a Tais, el hombre que pasó por la enfermería nada más embarcar. ¿Sabe a quién me refiero? - Dealish lo miró con cierta irritación pero asintió. - Tengo que verlo ahora mismo. Si no quiere dejarme solo, puedo ir con usted.
- No es necesario. Ahora mismo lo traigo. Pero no se mueva de aquí o lo lamentará.
- No voy a ir a ninguna parte. - Cuando Dealish desapareció añadió: - Aunque quizá sí mate a alguien.

Echó un vistazo al camarote por si Peter y Salma seguían allí, pero debían estar planeando por la nave. Por un momento sonrió al imaginarse a Peter sosteniendo a una cautivada Salma mientras sobrevolaban las cabezas de los tripulantes de la Pressure, pero enseguida recordó que su madre estaba muerta y la sonrisa desapareció de sus labios. Sin embargo, estaba mucho más tranquilo de lo que cabía esperar. Quizá se debiera a lo intangible de aquella muerte, a no haberla presenciado, ni tener como prueba irrefutable el cuerpo inerte de Nisary, o quizá es que era demasiado pronto para abandonarse a sus sentimientos, pero lo cierto es que mantenía la cabeza fría y los sentidos despejados.

Al cabo de poco la puerta se abrió y Tais apareció en el umbral, sonriente.

- ¿Qué hay, Wicca? –preguntó el rubio alegremente mientras entraba, seguido de Dealish.
- Usted puede quedarse fuera –le dijo el chico al oficial, sin rastro de simpatía en la voz. – Tenemos que hablar en privado.

Dealish se hizo de rogar pero finalmente los dejó a solas.

- Bueno… -empezó Tais, sentándose en la cama. - ¿Qué ha dicho la salina?
- La salina ha aceptado trabajar con la capitana. Deben estar a punto de probar el plan acordado –contestó fríamente Wicca.
- A ver si aparece pronto la caballería. Estoy harto de tener que esperar en mi camarote. Aunque es más grande que éste.

Wicca lo observó detenidamente. Toda la furia que había sentido en el puente hacia Tais se esfumó de golpe. Nisary confiaba en aquel hombre hasta tal punto que las últimas palabras que le había dedicado a su hijo, antes de despedirse con un te quiero, habían sido: “Confía en Tais. Él cuidará de ti.”

Comprendió que el odio no lo ayudaría a descubrir lo que había pasado, así que optó por seguir reuniendo datos.

- ¿Dónde está mi madre? –preguntó.
- Se fue al puente. Tenía trabajo que hacer.
- ¿Cuándo?
- Pues… hace un rato.
- Nos dejaste a solas y la esperaste en el corredor. Cuando salió de aquí, ¿no te dijo nada?
- ¿Nada como qué?
- ¿No… se despidió?
- ¿Despedirse? ¿A dónde podría ir? Estamos secuestrados.
- ¿Qué te dijo exactamente, Tais?
- Poco. Nos abrazamos y nos besamos, aunque ya sé que no te hace mucha gracia que te cuente estas cosas, pero creo que es mucho más positivo hablar de ello sin tapujos para que te acostumbres cuanto antes. Los celos son destructivos, Wicca.
- ¿Y luego? –preguntó Wicca, empezando a impacientarse.
- Luego me dijo que la esperaban en el puente y que me fuera a mi camarote, que la capitana había dado órdenes estrictas de que los civiles permanecieran en sus aposentos.
- ¿Ya está?
- Pues… que yo sepa… sí. ¿Pasa algo, Wicca? – Tais se levantó de golpe, tan rápido que se golpeó la cabeza con la mampara curva que convertía en techo la pared dónde se alojaba la horizontal de la cama. - ¿Le ha sucedido algo a tu madre?
- Ha desaparecido.
- ¿Qué? –el estupor de Tais parecía sincero.

Si Tais no estaba fingiendo, si no estaba con ella llegado el momento en que debía morir, si, en definitiva, Tais no tenía nada que ver con la muerte de su madre, Nisary no se había despedido del hombre al que se suponía que amaba, ni le había contado ninguno de aquellos desvaríos temporales que sí había contado a Wicca. El muchacho sintió compasión por él.

- Se ha esfumado -explicó. – Han hecho varios barridos y no hay ni rastro de ella en toda la nave. La capitana dice que puede que esa cosa de ahí fuera interfiera con los sensores, pero tengo motivos para pensar que la han asesinado.

Tais negó con la cabeza.

- Si lo dices por la llamada de ese loco de Slawghern…
- Tais, estoy hablando en serio. No puedo decirte en qué me baso para creer que esté muerta porque aún no sé si puedo confiar en ti, pero cuanto antes te hagas a la idea de que Nisary ha muerto, mejor nos irá a los dos.
- Tendrás que contarme más si quieres que me crea eso, Wicca.
- Lo único que puedo decirte es que no aparece en los sensores, y ambos sabemos que hay armas que no dejan rastro.
- ¿Estás diciendo que la han disgregado?
- Hasta el último átomo.
- Tiene que ser una broma. No estarías tan tranquilo.
- ¿Te refieres a que debería estar partiéndote la cara porque has sido el último que la ha visto con vida a excepción del asesino, siempre que él y tú no seáis la misma persona? Pues la verdad es que me apetecería desahogarme así, pero por algún extraño motivo mi madre quería que confiara en ti. Y eso es precisamente lo que trato de hacer.

Tais esperó hasta estar seguro de que Wicca no se echaría a reír señalándolo con un dedo mientras gritaba “¡Inocente!”, para sentarse de nuevo en la cama con aspecto abatido.

- ¿Qué se supone que debo hacer ahora?
- Qué se supone que vamos a hacer ahora –lo corrigió Wicca. - Tendremos que descubrir al asesino
- ¿Y vas a confiar en mí? ¿Me contarás lo que sabes? ¿O piensas dejarme en la inopia?

Antes de que Wicca pudiera contestar, la puerta se abrió y la Sargento Podemac, oficial superior de seguridad de la Pressure, entró en el camarote arrastrando el cuerpo inconsciente de Dealish.



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martes, 13 de abril de 2010

Capítulo XIV: Bienvenida al más allá


Peter salió del bolsillo con rapidez y saltó desde el pecho de Wicca, que permanecía tumbado y mirando al techo, al colchón. Gracias al cinturón antigravedad el aterrizaje fue suave. Caminó entonces hasta la altura de la oreja izquierda del muchacho y empezó a mover los brazos como si estuviera en una isla desierta y acabara de ver un barco en el horizonte.

- ¡Eh, tú! ¡Mírame! –Wicca tardó un poco en obedecer. Seguía conmocionado. -¿Estás bien?
- Mi madre está a punto de morir.
- No, si podemos evitarlo.
- Estamos encerrados aquí. No podemos bajar el campo desde dentro ni comunicarnos con nadie para que venga a sacarnos.
- Eso te pasa por no haberme hecho caso antes, cuando quería que me dejaras ir a dar una vuelta por la nave a ver si me enteraba de cómo iban las negociaciones con la salina. De haberlo hecho, ahora estaría de vuelta y te podría sacar de esta cápsula.
- Déjate de rollos, Peter. Ya has oído a mi madre. Está dispuesta a dejarse matar. No va a hacer nada por impedirlo. Y quizá tenga razón. Si esto es lo que tiene que pasar, pasará igualmente, actuemos o no.
- No digas tonterías. Eso es porque tu madre no ha sopesado bien sus opciones –Peter se puso a caminar de acá para allá. - ¿Qué clase de vida llevará si consigues hacer eso que ha dicho con la Unidad de Tempos? Piensa que la mujer que recuperarás no será ésta. No habrá perdido nunca a su marido, ni habrá hecho todo eso de juntarse con las fuerzas del mal y bla, bla, bla. Uf, así parece que te animo a que la dejes morir. Pero piensa, Wicca. Si haces lo que tu madre espera de ti, hoy morirá, y más adelante sacarás de algún momento pasado, en que estuvieron juntos y fueron felices, una versión más joven de tus padres; les dirás que en realidad están muertos y les regalarás una nueva vida de reclusión en esa habitación infame. Eso no es vida. Además, desde el momento en que Nisary ha hablado de futuros probables ha tirado por el suelo su bonita teoría. Si el equipo de necios que trabajan para ese tipo investiga futuros probables, es que puede haber más de uno. Sal ahí fuera ahora mismo y evita que le ocurra algo malo a tu madre, Wicca – y tras decir eso, Peter se pasó el dorso de la mano por la frente, aunque en realidad no podía sudar. - Hay que ver las parrafadas que te suelto, cuando se supone que no tenemos tiempo que perder.
- ¿Y cómo demonios quieres que salga? ¿No has visto el campo de fuerza?
- Tengo un as en la manga. -Peter se aproximó al campo y empezó a golpearlo con los dos puños.
- ¿Qué? ¿Piensas desconectarlo a puñetazos?
- Venga, ayúdame. Tenemos que hacer ruido para que nos oiga.
- ¿Para que nos oiga quién?
- Salma, ¿quién si no? ¡Salma, sal de la maleta! Grita conmigo, ésta es capaz de estar durmiendo la siesta.
- ¿Has traído a Salma?
- Me dijiste que me dejarías verla pero se te olvidó, así que actué por mi cuenta. ¡¡Salma!!

Una cabecita con el pelo muy largo y muy negro se asomó por la abertura superior del maletín de Wicca, que descansaba sobre un asiento con forma circular y fijado al suelo.

- ¿Peter? –preguntó la fiscal, contemplando el camarote con temor.
- Tienes que sacarnos de aquí, Salma.
- ¿Estamos… en la nave?
- ¿Sabe lo de la nave? Espera… ¿Le has quitado el chip de limitación?
- Tuve que hacerlo.
- Pero yo no te he enseñado.
- Sé sumar dos y dos. En fin, le quité el chip y le expliqué la situación. No le hizo mucha gracia. Tu padre la programó para que recordara el mismo periodo que yo, (Siras era un buen hombre, Wicca, no quería que me sintiese solito). Así que a Salma todo esto le resulta como sacado de una peli de ciencia ficción. ¡Salma, tienes que subir a ese escritorio! ¡Sobre él hay una especie de ordenador!
- Yo sólo me entiendo con el google y con el twitter. No me pidas cosas raras –se quejó Salma.
- Si va a hacerlo, que se dé prisa. No creo que nos quede mucho tiempo –apremió Wicca.
- Va, Salma. Si te das prisa, en cuanto nos saques te llevaré a dar una vuelta por la nave, en plan superman.
- No creo que la Salma Vassal que yo conozco acepte sobornos –opinó Wicca.
- ¿Ahora puedes volar? –preguntó no obstante Salma, con los ojos muy abiertos.
- ¿Es qué no nos has oído hablar en toda la mañana?
- Más bien no. He hecho todo lo posible para permanecer dormida, incluso fingir. Tenía la esperanza de que nuestra conversación de anoche hubiera sido un sueño.

Salma, que ya se había descolgado por un asa de la maleta, cayó al suelo con un golpe seco.

- ¿Qué tal esa caída? ¿Te has hecho daño? –preguntó Peter, desde la cama.
- No, no. Estoy bien. Oye, no habrá gatos en esta nave, ¿no? Esto me recuerda sospechosamente a la película del hombre menguante.
- No sé si habrá gatos, pero date prisa por si acaso.

Salma atravesó corriendo medio camarote, apartándose el pelo de la cara, y empezó a trepar por un costado del escritorio, que recordaba vagamente a una cajonera típica del ejército y que por suerte tenía unos remaches divinos para agarrarse. Pero mediada la escalada, un brazo, actuando por su cuenta, se le disparó y se puso tan tieso como el asta de una bandera. La reducida fiscal, visiblemente sorprendida, perdió el equilibrio y cayó, al tiempo que empezaba a gritar:

- ¡El hombre perfecto es el que pudiendo estar en cualquier parte del mundo, prefiere estar contigo!
- ¿Ella también? –preguntó Wicca, negando resignadamente con la cabeza.
- También, pero nunca he sabido de donde sacaron las suyas. Puede que sean de películas. Sea como sea, no tienen nada que ver con abogados.
- ¿Los abogados no aman?
- Ahora no sé qué me estás contando.

Salma, que ya volvía a trepar, los interrumpió.

- Lo siento. No puedo controlarlo.
- Nos ocuparemos luego –prometió Wicca.

Pasado el bache inicial, Salma llegó a lo alto del escritorio en un santiamén y examinando la pantalla de la terminal, dijo:

- Vale, creo que ya lo tengo. Es casi tan sencillo como un control-alt-suprimir y luego, detener el proceso adecuado. Creo que… Ya está.

El campo de fuerza desapareció y Wicca salió disparado hacia la puerta. Segundos después corría hacia el puente de la Pressure con el corazón en un puño.

Peter voló hasta el escritorio y se posó con mucho teatro delante de Salma.

- Qué chico más impetuoso. No me ha dado ni las gracias –dijo ella.
- Si quieres yo te lo puedo agradecer debidamente. Él tenía que ir a salvar a su vieja.
- Me has prometido una vuelta por la nave, superman.
- Agárrate a mí, preciosa.





Wicca torcía a la derecha por un pasillo con aspecto de túnel tras comprobar, en uno de los muchos puntos táctiles de información, que había un camino más corto para llegar al puente, cuando, inesperadamente, se dio de bruces con Selekna.

- ¡Capitana!
- ¿A qué tanta prisa, consejero?
- ¡Mi madre! ¡Tenemos que protegerla!

Selekna debió notar cierta agitación, tanto en la voz de Wicca como en el propio mensaje, pero por algún motivo decidió pasarla por alto.

- Eso intento, protegernos a todos. Ya he perdido tres hombres y no voy a permitir…
- ¿Viene del puente?
- No exactamente.
- ¿No se ha cruzado con ella?
- ¿Con ella?
- ¡Con la Embajadora! ¡Nisary! ¡Mi madre!
- La verdad es que no. Desde que se fue camino de tus aposentos hará unos quince minutos no he vuelto a verla. Pero es normal. He estado ocupada preparando nuestro pequeño amago de evasión con esa encantadora salina. Por cierto…

Wicca tenía asuntos más importantes de los que ocuparse que escuchar a la capitana farfullar sobre la salina, así que la esquivó y echó a correr hacia el puente. De súbito se quedó sin respiración. Selekna lo había cogido por el cuello del uniforme, deteniendo en seco su avance y produciéndole una brusca e inesperada presión en la faringe que lo hizo toser de forma violenta.

- ¿A dónde crees que vas?

Wicca se soltó con un golpe desairado y le lanzó una mirada asesina, llevándose las manos al cuello.

- A salvar a mi madre –casi escupió las palabras.
- Creo que es más prudente que permanezcas en tus aposentos, consejero.

Wicca empezó a alejarse caminando hacia atrás para no perder de vista a la capitana, que esta vez no hizo nada por detenerlo. Cuando estuvo seguro que no lo alcanzaría se dio la vuelta, dio un traspiés, se estabilizó y salió a todo correr hacia el puente. Cuando llegó a la compuerta indicada dio por hecho que ésta se abriría, pero no lo hizo y Wicca detuvo el golpe con las manos en el último momento. Selekna apareció a su espalda, caminando tranquilamente.

- Los accesos al puente están cerrados, consejero. Estamos en alerta máxima. Todo el mundo debe permanecer en sus aposentos hasta nueva orden. Acompáñame, te llevaré de vuelta…
- ¡Abra esta puerta! ¡Ahora!
- Tu madre está perfectamente… Vaya, todo lo perfectamente que pueda estar en una nave secuestrada por fuerzas desconocidas. Vuelve a tu camarote y te prometo que la encontraré y la llevaré contigo en cuanto disponga de un minuto.
- Abra… la… maldita… puerta.
- Está bien.

Wicca se puso en posición de defensa. No sabía si la capitana estaba accediendo con esa respuesta a abrir el acceso al puente o si le estaba indicando que había terminado con su paciencia y lo llevaría de vuelta a su camarote por la fuerza. Pero Selekna dijo una clave en voz alta y el acceso se abrió sin más. Wicca se introdujo en el puente como una exhalación y echó un rápido vistazo. Algunos oficiales lo miraron con curiosidad, más por el estado de agitación en que parecía encontrarse que porque les pareciera fuera de lugar que el consejero de la Embajadora volviera al puente.

- ¿Dónde está? –preguntó Wicca, a nadie en particular.

Casi se había imaginado luchando ferozmente contra uno de los oficiales de Selekna, forcejeando hasta arrancarle el arma con la que pensaba asesinar a su madre. Pero Nisary no se encontraba en el puente.

De pronto comprendió que no podía tener la seguridad de que su madre se hubiera dirigido a aquel lugar tras salir de su camarote. Había dado por supuesto que ocurriría allí, en el puente de la Pressure. Que la mataría algo relacionado con el secuestro de la nave, con la salina, con los extraños acontecimientos que habían vivido en las últimas horas.

El miedo se apoderó de él. Si su madre estaba tan convencida de que iba a morir, y tan dispuesta a no hacer nada, quizá hubiera dedicado los últimos minutos de su vida a despedirse de su actual compañero sentimental. Recordó que mientras su madre le revelaba aquellos secretos, Tais la esperaba fuera del camarote.

La verdad lo dejó sin respiración: Nisary estaba muerta. Debía estar en compañía de Tais cuando el siniestro reloj que había programado había llegado al final de su cuenta atrás. Wicca había perdido un tiempo precioso acudiendo al puente de mando.

Selekna lo tomó por los hombros.

- Vamos a ver si arreglamos esto –dijo, y a continuación se dirigió a la oficial de seguridad. –Sargento, localice a la Embajadora. –Podemac miró con estupefacción a su capitana y Selekna se vio obligada a apremiarla. – ¡Hágalo!

La sargento tecleó una orden en su consola y consultó la pantalla en busca de la señal de la Embajadora Nisary. Wicca se había zafado de la capitana y observaba las evoluciones de Podemac por encima de su hombro. La chica, que era mucho más expresiva de lo que precisaba una oficial de su rango, puso cara de no creerse lo que estaba viendo. Tecleó nuevas órdenes y su desconcierto creció todavía más.

- Capitana. No me lo explico. He aplicado todos los mecanismos de detección, de vida, masa, energía y movimiento. Según esto, la Embajadora Nisary no se encuentra a bordo de la nave.




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viernes, 9 de abril de 2010

Capítulo XIII: Un plan orquestado fuera de la ley


- ¿Por qué tenemos que quedarnos aquí? –preguntó Tais, dando vueltas por el camarote asignado a Wicca.

El médico de la nave había hecho un buen trabajo con él. Parecía como si nunca le hubieran partido el labio ni se hubiera deshecho a golpes los nudillos de ambas manos. Además, se había duchado y ahora vestía un impoluto uniforme de la Unión. Tais era civil, pero al parecer alguien en la enfermería le había dado ese uniforme creyendo que era el guardaespaldas privado de la Embajadora.

- A mí me hace tan poca gracia como a ti –dijo Wicca. – Y ya te he dicho que están negociando con la salina.
- ¿Y por qué no estás presente? ¿No eres consejero?
- No estoy presente porque mamá me ha pedido que me quede aquí contigo. Si tienes algo que objetar, se lo dices a ella.

Lo peor del asunto es que Peter estaba inquieto. No paraba de moverse dentro de su bolsillo, pero Wicca no quería que Tais lo descubriera, así que de vez en cuando se daba golpes en el pecho con la esperanza de que Peter se estuviera quieto, y Peter le daba pellizcos vengativos a través del uniforme que empezaban a ser molestos.

Veinte minutos más tarde, cuando Wicca había decidido que se metería en el baño para ver qué demonios quería Peter, aunque perdiera de vista a Tais dos minutos, la puerta del camarote se abrió. Nisary estaba en el umbral.

- Mamá. ¿Qué ha pasado? –preguntó Wicca, poniéndose en pie.

Peter se quedó quieto en el bolsillo por una vez.

Nisary no contestó. Se acercó a Tais y lo besó apasionadamente. Wicca apartó la mirada.

- Espérame fuera –le dijo luego al rubio en un susurro. - Tengo que hablar con mi hijo en privado.

Tais salió del camarote y la puerta se cerró con un siseo. Nisary pulsó el botón de bloqueo para que nadie los interrumpiera.

- Wicca, dame un abrazo –más que una petición fue una orden.

Wicca abrazó a su madre, algo confuso, y ella se le aferró como un náufrago a un pedazo de madera.

- ¿Qué pasa, mamá?
- Acuéstate en la cama, Wicca.
- ¿Qué…?
- Hazme caso. Acuéstate.

Wicca obedeció, empezando a preocuparse. Conocía el protocolo de seguridad para civiles.

- Ahora no te muevas. –Nisary sacó un arma y disparó al panel de control que había en el dosel de la cama, a unos treinta centímetros sobre la cabeza de su hijo.
- ¿Qué haces? –gritó Wicca.
- ¡No te muevas!- Su madre se dirigió después al escritorio y en la terminal de control del camarote introdujo una secuencia de números.

Un campo de fuerza parecido al que habían levantado alrededor de la salina apareció sobre Wicca. Éste era curvo y convertía la cama sobre la que Wicca yacía en una especie de ataúd de un azul difuso.
Wicca golpeó el campo con el puño pero fue como dar contra una mampara de diamante.

- He tenido que disparar a esos controles para que no puedas salir por tu cuenta –explicó Nisary. – Cada una de estas camas, con el campo activado, utiliza su propio depósito de aire. Si hubiera un ataque y el oxígeno de la Pressure se viera comprometido, cada cama tiene aire puro y particular para doce horas. El campo de fuerza, además, evitará que te afecte una posible despresurización del camarote y te mantendrá aislado de cualquier peligro que conozcamos, excepto de esa cargante salina. Pero me parece que no es peligrosa.
- ¿Me vas a dejar aquí encerrado? ¡No lo entiendo!

Nisary se arrodilló junto a la cama.

- Ahora quiero que me escuches atentamente. Y por favor, no me interrumpas. Casi no me queda tiempo. ¿Tengo tu atención? –Wicca asintió con la cabeza. – Cuando murió tu padre, recurrí a Slawghern porque sabía que tenía contactos en su planeta, ciertos individuos fuera de la ley que traficaban con tecnología temporal. Slawghern se la jugó por mí, lo que le pedía era peligroso pero me debía más de un favor, así que me puso en contacto con la gente adecuada y conseguí instalar la Unidad de Tempos y rescatar esos diez minutos de la vida de Siras que tanto nos han ayudado a ambos a mantener la cordura. Ya sé que nunca he querido entrar en la habitación hipócrita, pero tenía mis motivos. Lo que te estoy contando no es nuevo para ti, pero es importante que te recuerde esta parte para que entiendas por qué hice lo que hice y por qué debo hacer lo que estoy a punto de hacer ahora.
- Me estas asustando.
- Escucha. Es cierto que Slawghern me ayudó con la Unidad de Tempos, y se tomó muchas molestias para colocar un enlace de comunicación entre su planeta y la unidad temporal con el fin de poder avisarme si alguno de los implicados en el asunto se iba de la lengua y debíamos deshacernos de Tempos. Pero eso es todo lo que Slawghern sabía de la Unidad. No sabía cómo funciona ni quería saberlo.
- Muy bien. Slawghern solamente te puso en contacto con quién sí sabía de esas cosas. Pero, ¿qué…?
- Ahí voy. Hay alguien de quién no puedo hablarte, ya que le hice la promesa de que jamás revelaría su nombre. De todas formas no es nadie que conozcas, ni vive en ningún planeta que creo vayas a visitar. Bien. Este individuo fue quién construyó la Unidad y quien fijó el momento exacto, los diez minutos de la vida de Siras, que yo quería recuperar para ti. Fijamos sólo diez minutos porque no pude pagarle más, pero, por lo que escuché, no hay límite. Esto es importante que lo comprendas. En realidad, podíamos haber recuperado a tu padre del momento que tan bien conoces, la tarde que arreglaba en su despacho aquel muñeco que rompiste poco antes de que lo mataran, y haber compartido nuestra vida con él, Wicca, con la salvedad de que Siras jamás podría haber abandonado esa habitación, y nosotros sí. Pero por entonces esa posibilidad quedaba fuera de mi alcance. Compré esos diez minutos, cuando en realidad lo que deseaba es que Siras volviera a nuestro lado en una segunda e ilícita oportunidad a tiempo completo. Pero, al precio al que ese individuo vendía el tiempo, jamás conseguiría mi propósito. Necesitaba la tecnología necesaria para prescindir de él, para poder activar la Unidad de Tempos con las condiciones que me diera la gana y sin tener que pagar por ello. Empecé a moverme en ese sentido. Y avancé bastante. Hasta que una noche él se presentó en casa. Ese individuo no tiene inconveniente en explorar la línea temporal. Al contrario, dispone de un equipo que se dedica exclusivamente a observar los futuros probables para adelantarse a posibles… contratiempos. ¿Me sigues?
- Perfectamente.
- Bien. Se presentó en nuestra casa porque su equipo había descubierto que dentro de unos años tú conseguirás saltarte los protocolos que instaló en Tempos y crearás un nuevo espacio con una versión de tu padre y de mí misma no limitada a diez minutos. Aquella misma noche hicimos un trato. Él no se involucraría en la línea del tiempo ni echaría por tierra ni mis planes ni ese futuro probable si yo accedía a negociar para él durante el tiempo que me quedara… que me quedaba de vida. Y eso he hecho. Durante estos años he estado involucrada en negocios oscuros de los que es mejor no sepas nada. No me siento orgullosa pero tampoco me arrepiento. Ahora viene lo más importante, Wicca. Aquella noche, el alienígena con quien hice aquel trato me dijo exactamente la fecha de mi muerte, y yo programé esto. –Nisary le enseñó su reloj de pulsera. Los dígitos contaban hacia atrás. Si Wicca tenía que creer lo que estaba oyendo, a su madre le quedaban menos de nueve minutos de vida. –Me dijo que moriría dos días después de tu décimo tercer cumpleaños. Me dio el minuto exacto, aunque no las circunstancias en qué sucedería. Así que procuré que estuvieras preparado para vivir como un adulto antes de esa fecha. Ahora mismo eres el Consejero más joven y mejor preparado que haya tenido la Tierra jamás, porque así lo decidí, Wicca. Sé que he puesto demasiado peso sobre tus hombros durante estos años y que eres aún demasiado joven para comprender que posiblemente haya arruinado tu niñez, pero necesitaba que estuvieras listo para cuando yo faltara. ¿Sabes? No te voy a mentir. Durante un tiempo pensé lo que estás pensando tú ahora. Pensé que debía intentar cambiar este destino, pensé que no tenía porqué aceptar el vaticinio, que podía doblegar al destino. Pero en el transcurso de este último año he comprendido que el tiempo me arrastra inexorablemente y sin posibilidad de error hacia este momento, al momento en que debo morir. El tiempo es algo peligroso con lo que no se debe jugar, Wicca, y nosotros ya hemos jugado con él demasiado. Y aún nos queda hacerlo una última vez, aunque eso dependerá de ti. Me voy tranquila porque sé que algún día me reunirás de nuevo con Siras, y nos reiremos de todo esto juntos, como una verdadera familia. Hasta entonces, confía en Tais. Él cuidará de ti. Te quiero, hijo.

Y sin más, Nisary desactivó el bloqueo de la puerta y salió del camarote, dejando a Wicca atrapado en el campo de fuerza, perdido en un mar de dudas y sin ser del todo consciente que, de estar ella en lo cierto, era la última vez que la vería… en esta vida.



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martes, 6 de abril de 2010

Capítulo XII: Demostración práctica de una memoria de la creación


Durante unos angustiosos minutos no ocurrió nada. La nave continuaba atrapada en la bolsa, alejándose del sistema solar a velocidad progresiva, mientras unos oficiales vigilaban los accesos al puente y otros se afanaban delante de las consolas para intentar zafarse del fenómeno que mantenía atrapada a la Pressure. La capitana conversaba con la embajadora Nisary en voz baja y Wicca se preguntaba si sería apropiado explicar ahora el encuentro que había mantenido con la salina la noche de su cumpleaños, y si contarlo le supondría algún provecho. Decidió que la capitana necesitaba toda la información que pudieran ofrecerle si quería sacar su nave con bien de aquel embrollo y se acercó a Selekna con la decisión imbuyendo sus pasos.

Justo cuando iba a interrumpir la conversación que mantenían su madre y la capitana, la puerta del ascensor que quedaba a su derecha se abrió y algo pequeño se coló en el puente. Alguien disparó entonces un arma de energía y un rayo color turquesa destrozó una mampara.

Una carcajada estridente y pueril llenó el puente de mando. La voz de Selekna se hizo oír segundos después por encima de aquella extraña risa infantil.

- ¿Quién ha disparado?

Era difícil saberlo porque todo el mundo parecía tener un arma en aquel puente y llevarla en la mano en aquel instante.

- He sido yo –dijo un alférez bajito y recio, que se había puesto rojo de golpe.
- ¡Todos! ¡Guardad las armas! ¡Yo le he pedido que viniera! –bramó la capitana.

Sus subordinados obedecieron de mala gana.

Selekna miró alrededor, buscando la entidad que seguía riéndose a sus expensas en algún lugar del puente. La sargento Podemac fue quien primero la localizó.

- ¡Ahí está, capitana! ¡Sobre la estación de navegación!

Todos miraron hacia esa estación, algunos sacando sus armas de nuevo.
A unos veinte centímetros por encima de la consola de navegación se sostenía en el aire con precisión diabólica un colibrí. Mediría no más de dos centímetros y sus plumas lanzaban destellos metalizados, azules y verdes, a la luz de las diferentes pantallas del puente. El pico, alargado y ligeramente curvado hacia abajo, era de un tono rojizo que se oscurecía hasta llegar casi al negro en el extremo.

- ¿Quién ha osado disparar a esta cosita? –dijo una voz de niña imitando burlonamente la de la capitana.

Aquella voz casi humana que antes había reído con delectación no provenía exactamente del colibrí. Más bien parecía salir de todas partes.

- ¿Eres la salina? –preguntó Selekna, examinando el colibrí y dando por hecho que, pese al truco de la voz, tenía que ser aquel pajarillo la manifestación física de la intrusa.

El colibrí perdió la forma y por un momento pareció una burbuja hirviente de masa informe flotando en el aire. Luego creció hasta convertirse en un mapache de pelaje entre gris y marrón, con el característico antifaz negro adornando unos ojos demasiado inteligentes para ser los de un mapache. En todo lo demás era un perfecto ejemplar de culú, exceptuando el hecho de que este ejemplar en particular se sostenía en el aire con la misma precisión diabólica que la del colibrí que le había precedido, cosa curiosa, no en caso de un colibrí pero sí en el de un mapache.

- ¿Conoces a alguien capaz de cambiar de forma así de rápido? ¡Pues claro que soy la salina, imbécil! –gritó aquella horrible voz, llenando cada rincón del puente.

Selekna apretó los labios y contempló como el ingrávido mapache se convertía en una medusa que se movía al son de unas corrientes acuáticas inexistentes.

Peter había acabado por asomarse al bolsillo de Wicca sin cautela alguna y observaba embobado las transformaciones de aquel ser. El muchacho, por su parte, estaba atónito. No comprendía el comportamiento de aquella insidiosa salina. Con él se había mostrado razonable y comedida en todo momento. A la capitana le estaba faltando al respeto a pasos agigantados.

Por otro lado, podía haber una explicación obvia al comportamiento de la salina. Podía ser el enemigo responsable del secuestro de la nave, pero Wicca decidió no pensar en ello.

La salina siguió adoptando formas (después de la medusa, un pulpo; después del pulpo, una iguana) ante la severa mirada de la capitana. En medio de la siguiente transformación, de iguana a libélula, la voz volvió a envolverles, reverberando en los huesos de todos los presentes.

- Capitana, ¿no vas a preguntarme si soy la responsable de lo que le ocurre a tu nave?
- Me reservo las preguntas para cuando acabe con la demostración.
- Puedo estar así el resto de vuestras vidas.
- No creo que eso le resulte estimulante.
- Tienes razón -la siguiente transformación, de libélula a canguro, quedó abortada a la mitad y la masa informe adoptó a continuación la forma de la cabeza de la capitana, con lo que Selekna se encontró cara a cara con una cabeza semejante a la suya, una cabeza que flotaba unos centímetros por encima de la consola de navegación.
- Yo no tengo el cabello tan claro -dijo la capitana, poniendo los brazos en jarra.
- La visión del verdadero artista ha de ser libre por necesidad -contestó la cabeza, esta vez con una voz calcada a la de la capitana y usando los labios, no el truco de la reverberación.
- Está bien. Iremos al grano. ¿Es responsable del fenómeno que mantiene atrapada mi nave?

La réplica de su cabeza le guiñó pícaramente un ojo y luego negó consigo misma.

- Mi intención era viajar en esta nave, no secuestrarla.
- ¿Sabe quién está detrás, entonces?
- Ni lo sé ni me interesa.

Selekna aguantó con gesto adusto la mirada de la desagradable salina unos segundos, para luego decir:

- Eso es todo lo que necesitaba saber. Sargento...

Hizo un gesto a Podemac. La subordinada, que lo esperaba, pulsó rápidamente una secuencia de teclas en la consola de seguridad y un cubo de un azul translúcido apareció de la nada flotando sobre la estación de navegación y aprisionando a la salina. La cabeza clonada de la capitana miró entorno a sí con aire de fingida sorpresa.

- ¿Qué es esto? ¿Un campo de fuerza?
- Ni más ni menos –contestó Selekna, satisfecha.
- Capitana, ya deberías saber que tus armas no pueden dañarme, ni tus campos detenerme -y la falsa cabeza, con su visión artística de un tono más claro de la melena de la capitana, se redujo, en cuestión de un segundo, hasta no ser más grande que un grano de sal.

Hasta convertirse, de hecho, en algo muy semejante a un grano de sal.

Selekna se acercó al campo de fuerza (el cubo giraba lentamente sobre su eje), y miró a través de la mortecina luz azul. La salina seguía dentro, justo en el centro. Un puntito blanco, inmóvil, dentro de una cárcel de energía.

- ¿Por qué no sale? Ha dicho que mi campo de fuerza no la detendría –la increpó Selekna.
- ¿Por qué no sale? ¿Por qué no sale?- se burló la salina, adoptando de nuevo la voz de una chiquilla malcriada.- Me aburro haciendo de taxista. Sal a jugar con tu capi, anda, bonita.

Acto seguido, y sin dejar de mofarse, el puntito blanco se desplazó flotando en el aire hasta una de las paredes de energía del cubo en que la habían apresado y se fundió con ella, saliendo por la otra cara un momento después, al exterior del campo de fuerza, como si nada.

- Ya está. Ya estoy fuera. ¿Qué quieres que haga ahora? ¿Me apodero de uno de tus hombres y hago que se vuele la cabeza..., o sigo adoptando formas de animales que por culpa de vuestra especie ya no pueblan el planeta? –reverberó, disfrutando cada palabra.
- Se me ocurre una idea mejor…
- Sí. Ya.
- … que le propondría si acercáramos posturas y se decidiera a cooperar.
- ¿Aún mantienes conmigo el trato de usted? ¡Qué educada, mi capitana! Taxista sí, pero educada. –Y tras una pensativa pausa de puntito blanco: - A ver. ¿Qué idea es esa?
- Quiero que atraviese el campo de fuerza de ahí fuera igual que lo ha hecho con el nuestro.
- ¿Quieres sacarme de la nave, capitana? Ni siquiera las salinas sobrevivimos mucho tiempo en el espacio.
- No pretendo que salga al exterior. Necesito que agujeree el campo y me proporcione unos segundos para poder enviar un mensaje a la Tierra con nuestra posición actual y una síntesis de lo que ha sucedido. Esa bolsa de energía nos mantiene incomunicados.
- Hum. Esto puede resultar interesante -murmuró la salina, tras sopesar lo que acababa de escuchar
- Entonces...
- ¿Entonces, qué?
- ¿Cooperará?
- Negociaré.




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domingo, 4 de abril de 2010

Capítulo XI: El gran altercado


- Ésta es la estación de comunicaciones y el alférez Firell, su encargado. Su trabajo consiste en controlar todos los enlaces y transmisiones de la nave, entrantes, salientes, internas o externas, además de ocuparse de que los traductores funcionen correctamente. Te lo explicaría él mismo pero está comiendo con su madre. Espero que esté aquí para dentro de diez minutos o de lo contrario lo lamentará durante los próximos tres meses. - Algunos oficiales sonrieron aunque la capitana hubiera dicho aquello sin rastro de humor. – Y esta otra es la estación de seguridad y defensa. La sargento Podemac estaría encantada de explicarte en qué consiste su trabajo si estuviera en su puesto – Más sonrisitas.
- Lo siento, señora. Una pequeña indigestión de último momento –dijo la aludida saliendo de un ascensor y sentándose ante su estación, aunque con la cara ligeramente pálida.
- En fin, Consejero Wicca. ¿Te habías imaginado así la Pressure? ¿Supera tus expectativas? Me refiero a la nave, no a la falta de coordinación y puntualidad de mis oficiales.

Wicca le había pedido expresamente que lo tuteara.

- Me parece fantástica.

Peter carraspeó desde el bolsillo y Wicca se dio un golpe en el pecho fingiendo que se rascaba. La sargento Podemac llamó la atención de la capitana por algún asunto relacionado con la seguridad y Wicca aprovechó el momento para darse la vuelta y mirar dentro del bolsillo.

- ¿Y a ti qué te pasa? –murmuró, procurando no llamar la atención.
- A mí no me parece gran cosa el puente. Nada que ver con el de la Enterprise de Picard.
- No sé de qué me estás hablando.
- Star Trek. Televisión.
- Te recuerdo que eres un muñeco. Tú nunca has visto la televisión.
- Pues recuerdo haberlo hecho. Y si lo recuerdo, es que lo he hecho. O casi.
- Peter… -Wicca se interrumpió. Todos los oficiales se habían reunido alrededor de la estación de seguridad y murmuraban en voz baja, al parecer, bastante nerviosos.
- ¿Ves? Parecen un montón de críos asustados. Nada que ver con los oficiales de Picard.

Wicca lo hizo callar y se acercó a la capitana, que examinaba una de las pantallas de la estación con evidente preocupación.

- ¿Ocurre algo, capitana Selekna? –preguntó, intranquilo. Su madre no se encontraba en el puente.
- Por un momento hemos detectado una forma de vida extraña. Ahora no la localizamos –contestó la capitana, sin mirarlo.
- ¿Y… tiene idea de qué podía ser?

Fue Podemac quien contestó, con la cara aún más pálida que antes.

- Aquí está la respuesta. Según mis instrumentos podría ser una salina. Aunque… no, no creo. Esa cosa era demasiado pequeña.
- Las salinas lo son –dijo un alférez tan alto que podía inspeccionar las cabezas de todos.
- Demasiado pequeña para ser una salina –se corrigió Podemac.
- ¿Podría ser una salina joven? - preguntó la capitana.
- Cuando se dividen de la progenitora ya tienen el doble de tamaño que lo que hemos detectado. Que yo sepa no hay salinas tan pequeñas.
- ¿Y si hubiera tenido un accidente? –dejó caer Wicca.
- ¿Hay alguna posibilidad de que haya sido un error del ordenador? –preguntó la capitana.
- Me extrañaría, pero no puedo descartarlo –contestó Podemac.
- Si fuera una salina más pequeña de lo normal, ¿podría pasar desapercibida a los sensores? –preguntó Wicca, con aire inocente.
- El problema con las salinas –respondió la capitana- es que se mimetizan con lo que encuentran a su paso. Pueden adoptar las características de cualquier tipo de materia. Se hacen completamente indetectables. Dudo que el ordenador se haya equivocado. Esa salina debe haber entrado en la nave y la hemos detectado cuando cambiaba de vehículo.
- ¿Y en qué zona…?

La capitana Selekna miró a Wicca con cierta aprensión, pero luego sus facciones se suavizaron.

- No te preocupes, Consejero. Esa salina no estaba en los aposentos de la Embajadora Nisary. Pero vamos a tener que retrasar la partida. Tendremos que hacer una limpieza exhaustiva de la Pressure y, antes de nada y más importante, avisar de esto a las autoridades – y miró hacia la estación de comunicaciones, que seguía vacía.

Cuando la capitana se dirigía hacia allí con intención de hablar directamente con el gobierno de la Unión, hubo una conmoción y las once personas que ocupaban el puente de la Pressure perdieron el equilibrio. Luego un estremecedor rugido de metal contra metal ensordeció a Wicca mientras Peter gritaba que eso ya se parecía más a la Enterprise de Picard.

- ¡Sargento, informe! -gritó la Capitana.

Podemac tecleaba febrilmente en su consola.

- Nos han envuelto en una especie de rayo energético de tracción. Estamos siendo arrastrados, Selekna.
- Pase a alerta máxima.

El puente se oscureció y se tiñó de un tono rojizo. La capitana parecía atrapada en una lucha entre su desconcierto y su confusión. Wicca podía entenderlo. Si aún no habían despegado del puerto espacial, ¿cómo podían estar siendo arrastrados? ¿Y hacia dónde?

- ¡Informe de daños!
- Todas las estaciones están en perfecto estado, excepto la de transbordo. No hay bajas, al menos dentro de la nave.
- ¿Ha habido despresurización?
- La energía que nos envuelve y arrastra la ha evitado. Estoy levantando campos de fuerza para proteger la zona afectada para cuando logremos soltarnos. Paso visual a pantalla.

Una imagen tridimensional del exterior de la nave ocupó una cuarta parte de la zona superior del puente. Wicca hubiera preferido una pantalla clásica; así tenía la impresión de que se había colado un pedazo del espacio en la nave. El pasillo retráctil que habían acondicionado para acceder a la Pressure aparecía partido y retorcido en un extraño ángulo y tres cuerpos flotaban lentamente en el espacio. La nave se alejaba del puerto espacial Star-Eleven a velocidad de vértigo.

Una de las oficiales se había llevado las manos a la boca y contemplaba horrorizada los tres cuerpos que se hacían rápidamente más pequeños conforme se alejaban. La capitana también parecía afectada pero mantuvo mucho mejor la compostura. Aquellos cuerpos pertenecían a tres de sus oficiales. Se disponían a abordar la nave segundos antes del... ¿ataque?

Wicca no tuvo dudas, por el comportamiento de los miembros del puente, de que uno de aquellos hombres era Firell, el oficial de comunicaciones que llegaba tarde por haber ido a comer con su madre para despedirse, y se sintió irracionalmente responsable de su muerte.

- ¿Quién nos arrastra? -ladró Selekna.

Sus estrategas se afanaban ante las consolas.

- Señora, mi primera impresión era errónea. No es un rayo tractor. No hay ninguna nave en las inmediaciones que nos remolque -recitó Podemac, procurando no dejar entrever sus emociones, aunque sin conseguirlo.
- Entonces, ¿qué es esto?
- No lo sé....

Nisary irrumpió en el puente. Echó un vistazo a Wicca para cerciorarse de que se encontraba bien y se dirigió a la capitana.

- Selekna...

La otra hizo un ademán de ahora no, Embajadora, que era como un ademán de ahora no, pero suavizado. Luego se dirigió a Podemac.

- Quiero una respuesta mejor que esa, sargento. Conjeture.
- Bien. Creo que es una especie de bolsa de energía transdireccional controlada a distancia. Estoy intentando calcular la trayectoria que llevamos. –Podemac hizo una pausa para cotejar los datos que escupía su consola. - La velocidad con que estamos siendo impulsados no ha dejado de incrementarse. Como siga ascendiendo de esa manera, pronto sufriremos un colapso estructural.
- A no ser que la burbuja también nos proteja de eso -participó el oficial científico.
- ¿Qué dicen desde la Tierra? -le preguntó entonces Selekna a un oficial que se había sentado en la estación de comunicaciones.
- El fenómeno nos mantiene totalmente incomunicados. Si eso nos saca del sistema solar y luego cambia de dirección, no conseguirán seguirnos la pista, Capitana.
- Coincido con el análisis -dijo Podemac. - El fenómeno no deja trazas de partículas a su paso. Las naves de la Unión no podrán seguirnos el rastro.

Selekna se dirigió al oficial científico.

- ¿Qué ocurriría si disparáramos un torpedo ahora? ¿Cree que destruiríamos la bolsa?
- Junto con la nave, capitana. Estoy haciendo todas las simulaciones posibles y todos los resultados son catastróficos.
- ¿Podemos evacuar?
- El campo que nos arrastra tiene una fuerza seis veces mayor a nuestro campo máximo. No hay cápsula de salvamento capaz de atravesarlo y si lo intentáramos me temo que quedaríamos reducidos a polvo cósmico.
- En resumen. Alguien nos está robando la Pressure con tripulación incluida y no podemos hacer nada por impedirlo -murmuró Selekna. - Roderik, supongo que los canales internos funcionan sin problemas.

El oficial encargado de las comunicaciones en ausencia de Firell hizo un gesto afirmativo.

- Envíe un mensaje a todas las estaciones de la nave. Que todos los civiles permanezcan encerrados en sus aposentos. No quiero tener una muchedumbre dominada por el pánico pululando por la nave. Embajadora, eso no iba por usted.
- Si cree que es lo mejor, volveré a mis aposentos inmediatamente.
- No es necesario, se lo aseguro. Alférez, abra audio. Con todas las estaciones. -Roderik levantó el pulgar cuando el micro de solapa de la capitana estuvo en línea. - Este mensaje va dirigido a la salina. Soy la capitana Selekna. Hemos detectado su presencia a bordo de nuestra nave. Se requiere su presencia de inmediato en el puente de mando. Estamos siendo arrastrados hacia el exterior del sistema solar en contra de nuestra voluntad. Precisamos de su inestimable ayuda. - Hizo un gesto a Roderik para que cortara el audio.
- Ha sido demasiado amable -comentó la sargento Podemac, aunque al instante pareció arrepentirse de haber dicho aquello en voz alta.
- ¿Es que hay una salina a bordo? -preguntó Nisary, perpleja.
- Me temo que sí -contestó Selekna.
- ¿Se han arriesgado a romper el tratado?
- De hecho, lo han roto sin más. De lo que nos cuente ahora dependerá el futuro de las relaciones de su raza con los humanos.
- A no ser... -comenzó Wicca - ... que la Pressure se pierda en el espacio…
- …y en la Tierra nunca lleguen a enterarse de que las salinas han violado el tratado –terminó Nisary.

El silencio cayó como una losa sobre los oficiales del puente.
El enemigo podía estar dirigiéndose hacia allí, invitado por la capitana, en aquel preciso instante.



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viernes, 2 de abril de 2010

Capítulo X: El incidente


- Embajadora Nisary. Es un placer conocerla. Y este joven tan apuesto debe de ser su hijo Wicca. Tengo entendido que ha acabado la carrera en un tiempo récord.

Era la quinta vez que alguien se les presentaba con aquellas palabras y Wicca empezaba a estar harto de los delegados, subdelegados, ministros, secretarios y subsecretarios de idéntico aspecto y ademanes cuadriculados. Tener que someterse a aquella verborrea, tan ampulosa como desgraciadamente necesaria, era lo que peor llevaba de la profesión que había escogido (aunque a veces se planteaba si no era la profesión la que lo había escogido a él).

Peter había insistido en acompañarlo acomodado en un bolsillo de su chaqueta. Wicca le había dado un repaso a la red neuronal de su cerebro positrónico nada más levantarse para que no volviera a darse un incidente como el de la tarde anterior, en presencia de Tais. Si lo descubrían con un juguete en el bolsillo no lo tomarían en serio nunca más. Cierto es que también estaban los encargados de los diferentes arcos de seguridad, pero Wicca estaba razonablemente seguro de que, aunque vieran en sus pantallas al muñeco en su bolsillo, mantendrían la boca cerrada.

Lo que no sabía es que en el doble forro de su maleta de mano había una intrusa.



Después de la recepción oficial y de una visita guiada por el puerto espacial Star-Eleven llegó el momento de subir a bordo de la nave. Tais había desaparecido en algún momento de la mañana, cosa que Wicca agradecía. Suponía que su madre no estaba preparada para anunciar el compromiso. Había representantes de los más importantes medios de comunicación por todas partes. Nisary, prudentemente, habría decidido apartarlo para evitar escándalos. Si bien podía parecer cosa de otros tiempos más pacatos, aún había gente que se escandalizaba de que quienes debían representarlos llevaran una vida amorosa y/o sexual plena, como la gente de a pie.

Una comitiva de treinta y dos personas, entre funcionarios del gobierno de la Unión, altos mandatarios y agentes de seguridad, guió a Wicca y a Nisary a través de varios pasillos retráctiles, al final de los cuales los esperaba Selekna, la capitana de la Pressure, y cinco de sus oficiales, presumiblemente los que compartían el puente de mando.

Selekna estrechó la mano de Nisary con cordialidad y a Wicca le dedicó una amplia sonrisa.

- Embajadora. Consejero. Soy la capitana Selekna. Es un honor para mí recibirles a bordo de mi nave. Me encargaré personalmente de que pasen este largo viaje lo más cómodamente posible. Estos son…

Entonces hubo un revuelo detrás de ellos. Alguien venía corriendo por el pasillo, apartando a la gente a empujones. Wicca se puso instintivamente delante de su madre para ofrecerle protección.

En un movimiento automático, siete hombres del equipo de seguridad y los cinco oficiales de la Pressure, más la capitana, sacaron sus armas. Una fotógrafa salió despedida de un empellón, yendo a parar a brazos del más anciano de los delegados y Tais frenó en seco a escasamente un metro de Wicca, que había abierto los brazos intentando ofrecer un blanco mayor.

- Menos mal. Pensé que ya os habríais marchado.
- ¡Bajen las armas! –gritó Nisary. – Es Tais. Viene con nosotros.

Tais estaba despeinado y le habían partido un labio. Tenía sangre en la camisa, pero no sólo la que le goteaba de la boca. Wicca vio que tenía los nudillos despellejados y ensangrentados, como si hubiera estado peleándose a puñetazos contra un árbol. Tais había intentado limpiárselos en la camisa, quizá tratando de ofrecer un aspecto mejor, pero empeorándolo considerablemente.

Peter se asomó disimuladamente por el borde del bolsillo de la chaqueta de Wicca para enterarse del percal pero el muchacho le puso un dedo sobre la cabeza y lo empujó hacia abajo.

- ¿Qué ha pasado? –preguntó Nisary, con un hilo de voz.
- Dos tipos me interceptaron en los lavabos –explicó Tais, tratando de recuperar el resuello. - No creo que quisieran matarme. Iban fuertemente armados pero no me dispararon, ni siquiera cuando reduje a uno de ellos. Supongo que sólo querían impedirme que fuera con vosotros.
- ¿Dónde están ahora?
- Tranquila, los han detenido. Ahora mismo los están interrogando.

Uno de los oficiales de la Pressure le dijo a la capitana algo al oído y ella asintió con la cabeza. Luego se dirigió a Nisary.

- Podemos retrasar la partida si es su deseo, Embajadora.

Nisary miró primero a Tais y luego a Wicca, como si esperara que ellos le dijeran qué hacer. Finalmente dijo:

- Durante al menos treinta días estaremos en comunicación con la Tierra sin apenas retardo. Me pondré en contacto con las autoridades desde la nave para averiguar quiénes eran esos hombres y qué tramaban. No veo motivo para retrasar nuestro viaje. Pero me gustaría que su médico atendiera a este hombre inmediatamente.

Selekna asintió y le pidió a Tais su identificación. El rubio ya la llevaba en la mano. La capitana comprobó sus credenciales y lo hizo seguir al oficial médico. Al pasar junto a Wicca, Tais le dijo:

- Debí hacerte caso. Lo siento. De verdad.

Wicca hizo un gesto de quitarle importancia al asunto pero no le sonrió.
Nisary siguió a Tais con la mirada, una mirada llena de inquietud, hasta que el rubio desapareció tras un recodo, ya dentro de la nave.

- Y ahora, si tienen la amabilidad de seguirme, les enseñaré la Pressure. Aunque si prefieren ir directamente a sus aposentos lo entenderé. Este altercado me ha partido en dos todo el protocolo –dijo Selekna, con media sonrisa.
- Yo conozco su nave al dedillo pero me consta que mi hijo y consejero está deseando que se lo enseñen todo cuanto antes –dijo Nisary, aún no repuesta de la impresión de ver aparecer a Tais con tan mal aspecto.
- En ese caso…

Minutos después Wicca se quitaba la chaqueta y se dejaba caer sobre la que iba a ser su cama durante aproximadamente los próximos tres meses. La capitana le había acompañado personalmente a su camarote y antes de marcharse le había comunicado que en veinte minutos le esperaba en el puente de mando para mostrarle la Pressure. La partida estaba prevista para las 14:00 horas y para eso faltaba más de una.

La habitación no era muy espaciosa pero Wicca disponía de todas las comodidades que pudiera desear. Y pese a lo que había temido, sí había una terminal Sky-Horizon para conectarse al InterStar. Por lo menos podría hablar con sus amigos, algunos de los cuales vivían en los confines del universo conocido.

Peter salió a rastras del bolsillo de la chaqueta que había quedado tirada de cualquier manera sobre la misma cama, y miró a Wicca con enojo.

- Si no vas con cuidado acabarás rompiéndome el cuello.
- No eres tan endeble, miniatura. Por cierto, Peter. –Wicca se sentó en la cama. – Tengo algo para ti. Quería dártelo esta mañana, pero mi madre casi me ha sacado a rastras de la habitación.
- Lo sé, yo estaba allí.

Wicca cogió su maleta de mano y la abrió. Peter entrecerró los ojos, deseando que el chico no encontrara a Salma todavía. No estaba seguro de que Wicca se alegrara de verla, y prefería esperar a que la nave zarpara para dejar caer que el equipo se había incrementado con una fiscal. Pero Wicca sacó algo de un bolsillo interior de la maleta y Peter respiró tranquilo.

El muchacho sostenía un cinturón del tamaño adecuado para Peter.

- Oh, vaya. Has ido de compras y no me has avisado –se burló O’Donnell. –Te lo agradezco, pero yo ya hice mi propia maleta. Gracias a Dios, tu padre me compró bien equipado.
- No es un cinturón normal y corriente. Perteneció a Jonathan Hope.
- ¿Tengo que reconocer ese nombre?
- Supongo que no. Es el cinturón antigravedad del capitán Hope, otro de los juguetes que me regalaron de niño. Creo que cuando aprendas a usarlo me lo agradecerás. Verás incrementada tu movilidad en un dos mil quinientos por ciento.
- ¿Tanto?
- Por ahí, por ahí.

Peter torció el gesto, nada convencido. Acababa de imaginarse a sí mismo revoloteando por el techo y golpeándose contra una bombilla, como una mariposa de la luz.

- Yo soy un abogado. Los abogados no volamos. Además, no quiero parecerme a la jodida campanilla.
- ¿Quién?
- Da igual. A ver, trae. Voy a probármelo.

Peter se quitó su propio cinturón y antes de ponerse el otro inspeccionó el material de que estaba hecho con cara de asombro.

- ¿Es cuero auténtico?
- No lo sé.
- Mi ropa no es tan buena.
- Supongo que los superhéroes cobran más que los abogados –ironizó Wicca.

Peter se abrochó el cinturón y preguntó qué tenía que hacer.

- Pues… no sé –admitió Wicca, rascándose la cabeza.
- ¿Qué hacía el capitán Hope?
- Simplemente volaba.
- No parece que tenga ningún mecanismo oculto lleno de botoncitos para introducir coordenadas.
- Sería muy complicado de usar. Yo creo que debe reconocer los impulsos de tus músculos. Tírate de la cama con intención de volar, a ver qué pasa.

Peter lo miró no muy convencido pero se acercó al borde la cama y echó un vistazo hacia abajo.

- Bueno, no está demasiado alto. No creo que me mate.
- Yo tampoco.

Caminó unos pasos hacia atrás para coger carrerilla, se santiguó y corrió hacia el borde de la cama. Saltó, y por un glorioso momento permaneció suspendido en el aire para caer luego, repentinamente, sobre la moqueta. Se puso de pie inmediatamente y se arregló la vestimenta con aire digno, aunque luego lo estropeó cuando se puso a dar saltitos.

- ¡Otra vez! ¡Otra vez! ¡Súbeme a la cama! ¿Lo has visto? He flotado un poco.

Wicca volvió a ponerlo sobre la cama, sonriente.

- Ve practicando. Yo voy a darme una ducha rápida.
- Date prisa. No hagas esperar a la capitana.

Wicca se acercó a un armario y la puerta se desmaterializó al instante. Su ropa ya estaba colocada en perchas y los cajones llenos con sus camisetas y ropa interior. Además, había varios uniformes auto ajustables con insignias de la flota galáctica de la Unión. Cogió una camiseta, unos calzoncillos y uno de sus mejores uniformes y se metió en el baño.

- ¿No has traído toallas? -le preguntó Peter, que se preparaba para saltar de nuevo.
- ¿Toallas? ¿Qué son?
- Olvídalo. Supongo que os meteréis dentro de un secador gigante o tendréis unas plantas enormes que os chupen el agua con una cómoda lengua rosada con propiedades exfoliantes.
- ¿Qué? –preguntó Wicca, asomándose por la puerta del baño.
- Nada, nada –y Peter saltó, aguantando esta vez cinco segundos en el aire.

Cuando Wicca salió del baño, ya duchado y convenientemente uniformado, Peter le dijo:

- Mira lo que hago –y volvió a tirarse de la cama, permaneció unos segundos flotando en el aire y entonces cayó hacia arriba, dándose la vuelta al llegar al techo para ponerse a caminar por él. - ¿Qué te parece?
- Testicular.
- La expresión correcta es cojonudo. En cuanto al lenguaje coloquial está claro que habéis involucionado un huevo. -Peter bajó del techo flotando y se paseó arriba y abajo por delante de la puerta. - ¿Cómo puedo abrir esto?
- Supongo que necesitarías tener algo más de masa para que el sensor te detectara.
- ¿De qué me sirve volar si estoy encerrado?
- Seguro que puedes colarte por los conductos de ventilación.
- No pienso rebajarme a eso – manifestó Peter, cruzándose de brazos. - ¡Muéstrame la salida, puerta!- exclamó. - ¡Ábrete, sésamo!- gritó. Luego hizo una floritura con la mano, como si sostuviera una varita y gritó: -¡Alohomora!

Wicca lo observaba, divertido.

- Yo de ti me alejaría un poco y buscaría el punto exacto donde situarme para que el sensor me detectara –aconsejó.
- ¡Buena idea!

El minúsculo abogado se alejó medio metro y revoloteó de un lado para otro. Consiguió abrir la puerta al quinto intento y dio una voltereta en el aire para celebrarlo. Luego se sintió un tanto estúpido.

- Siempre he odiado las películas de Disney –comentó para sí.

Volvió a la cama con un vuelo exento de entusiasmo, para compensar, y la puerta volvió a cerrarse con un siseo.

- Deberíamos ir al puente. No puedes llegar tarde, Wicca.
- Ya, ya lo sé. Pero quería preguntarte algo importante.
- Espera, que pongo mi cara de representante legal.
- Es sobre Tais.
- Hum, creo que sé exactamente lo que quieres saber.
- ¿En serio?
- Quieres saber qué opino de la paliza que le han dado. En un primer momento has creído lo que le ha contado a todo el mundo ahí fuera, pero como estamos peligrosamente paranoicos, ahora sospechas que él y la oscura organización para la que trabaja han urdido esa farsa de la pelea en los lavabos para que tu madre y tú volváis a confiar en él. Hacerse el agredido es una de las formas más antiguas de ganarse la confianza de la gente. No sólo ha quedado como un héroe escapando de esos dos gorilas armados hasta los dientes, sino que además ha hecho creer a Nisary que el propio Tais es la persona más cualificada para defenderla de lo que sea a lo que se enfrente, ya que si no, los enemigos de la Embajadora no hubieran querido dejarlo precisamente a él fuera de combate, en lugar de a todo ese equipo tan impresionante de seguridad que os acompaña a todas partes.
- Vaya. Eres bueno. ¿Y crees todo eso que has dicho?
- La verdad, no sé qué pensar. Pero espero que tu madre sea lo suficientemente astuta como para no tragarse el anzuelo.
- Mamá está enamorada hasta la médula. Basta con ver la cara que ha puesto cuando lo ha visto aparecer. Creo que ahora mismo es la persona más obtusa de la nave.
- Pues habla con la capitana Selekna y pídele consejo. Parece una buena aliada, y no podemos sospechar de todo el mundo o nos volveremos locos. -Peter voló hasta un bolsillo del uniforme de Wicca y se escondió dentro mientras decía: -Y ahora, vamos a dar esa vuelta por la nave, grandullón.



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jueves, 1 de abril de 2010

Capítulo IX: Ceguera


Durante la cena, Wicca trató sin éxito de convencer a su madre de la necesidad de duplicar la guardia y endurecer la seguridad.

- Creo que Slawghern está paranoico –contestó ella con indiferencia. - No hay nadie que me odie lo suficiente como para querer matarme.
- Hay mucho loco suelto por ahí, mamá.
- Tengo vigilancia continua. Además, Tais está siempre a mi lado -dijo Nisary, haciéndole ojitos.
- Pues díselo tú, Tais. Dile que corre peligro.
- A mí también me parece un poco paranoico el tipo ese. No podía hacer una llamada subespacial, como todo el mundo. Tenía que meter un teléfono sin batería de principios del XXI en una sala de repetición intemporal, sin estar seguro de que fueras a utilizarla antes de partir.
- Es lo que él considera un canal seguro.
- ¿Es que hay alguien interceptando todas las comunicaciones? ¿Hay micrófonos por toda la casa? -preguntó Tais con cierto desdén, dirigiéndose a las paredes. - ¿Una conspiración para matar a la embajadora? No sufras, Wicca. La Pressure cuenta con las más avanzadas medidas de seguridad. Te lo digo yo, que he viajado en más de cien naves. Tu madre está a salvo.

Desde el interior del bolsillo de la camisa de Wicca, una voz enojada murmuró:

- Será imbécil...

Wicca no podía estar más de acuerdo. Miró al rubio con creciente odio y le dijo:

- Será mejor que no te metas, Tais.
- Pero si eres tú quien me ha pedido expresamente que participara.
- Mamá, te pedí que no se lo contaras -dijo Wicca, apuntando al rubio con un dedo y empezando a enfadarse de verdad. -Slawghern me dijo que no podemos fiarnos de nadie.
- A Tais tenía que decírselo, hijo. Si de verdad intentan matarme, él también corre peligro.

Wicca decidió guardarse el comentario de que precisamente Tais podía ser el encargado de acabar con ella.

- Está bien –dijo, levantándose sin haber probado apenas bocado. -Veo que aquí no hago más que estorbar.
- Wicca, siéntate. Por favor -rogó Nisary.

Pero Wicca ya había salido del comedor.

De camino a su habitación, Wicca soltó pestes sobre madres ilusas y psicólogos repugnantes y Peter dijo elocuentes frases de apoyo asomado al bolsillo.

Cuando ambos se hubieron desahogado, Peter preguntó:

- ¿Y ahora?
- Ahora tendré que llamar a Kendal.
- ¿De él podemos fiarnos?
- Más que de Tais, seguro.

Diez minutos después, Kendal, un hombre de unos cuarenta años, con la piel muy morena, ojos grandes y expresivos y la barba llena de canas, miraba a Wicca y al pequeño abogado con evidente preocupación.

- No sé qué puedo hacer para ayudaros, Wicca. Tu madre no me coge el videófono, y el asesino de vuestro mayordomo tiene orden de golpearme si me acerco por la casa.
- Me quedaría más tranquilo si vinieras con nosotros.
- Sabes que esa decisión no puedo tomarla yo. Y no me pidas que intente colarme en el transporte. Tu madre nos mataría a los dos con sus propias manos.
- Kendal, no quiero parecer ansioso, pero me han dicho que alguien va a intentar matarla durante el viaje.
- Ya te he oído la primera vez.
- No puedo quedarme de brazos cruzados. Ya perdí a mi padre, no puedo perderla también a ella.
- Si se te ocurre algo que pueda hacer yo, llámame. Yo haré lo mismo- Kendal acercó la mano al botón de desconexión y Wicca lo atravesó con la mirada, terriblemente decepcionado.- Lo siento, Wicca - y Kendal cortó la comunicación.
- No me lo puedo creer -murmuró Wicca.
- Míralo por el lado bueno - dijo Peter. - Él, que tiene un motivo para matar a tu madre, no se viene de viaje.
- Visto así...

Wicca se puso a pasear arriba y abajo y Peter, después de observarlo cosa de quince minutos, aprovechó para enchufarse el cable a la clavija del gemelo y recobrar energías.

- Deberías dejar de dar vueltas y acabar de hacer la maleta –aconsejó el abogado, mientras sentía cosquillas eléctricas por todo el cuerpo.

Wicca le lanzó una mirada fulminante, pero le hizo caso. Aún no había ordenado su bolsa de aseo.

Cerca de una hora y media más tarde, Peter tenía las baterías cargadas y Wicca dormía a pierna suelta. El diminuto abogado había visto como el muchacho se exprimía las neuronas con la mirada perdida en el vacío, hasta que el agotamiento, más mental que físico, había podido súbitamente con él.

Peter había estado tentado varias veces durante la última hora de recordarle a Wicca su promesa, pero cada vez que iba a abrir la boca rememoraba que el padre del chico estaba muerto, su madre, amenazada de muerte, y su vida, a punto de sufrir un cambio drástico por un viaje que lo apartaría del mundo que conocía por más de un año. Iba a estar sometido a la presión del cargo que le esperaba y al miedo de no estar a la altura, y todo eso sin contar con que había una salina que podía estar en ese momento acechando en cualquier parte y dispuesta a colarse en la nave al día siguiente. El chico ya tenía suficientes preocupaciones. Así que O’Donnell esperó a que Wicca se durmiera, se desconectó de la corriente, bajó del escritorio procurando no abrirse la crisma (una vez que llegó a las largas patas del anticuado escritorio le fue fácil bajar en plan bombero, ventajas de vivir en una casa con historia) y se dirigió al armario, que, afortunadamente, Wicca había dejado entreabierto.

Le costó un ímprobo esfuerzo registrar todos los cajones, ya que cuando terminaba con uno tenía que trepar al siguiente, pero al llegar al último obtuvo la recompensa que esperaba. Dentro de una bolsa, apiñados de cualquier manera, estaban sus compañeros del juzgado: la Juez Sophie, que incluso apagada tenía un aspecto imponente; Pascal, el policía de calabozos; Crepir y Daspock, un par de aliens feos y desmadejados acusados de graves delitos; y Salma Vassal, la fiscal de la Unión.

Peter la zarandeó durante un rato, hasta que se convenció de que la pobre tenía la batería bajo mínimos. Se la echó al hombro y comenzó el descenso. Cinco minutos después había conseguido dejarla en el suelo, cerca del enchufe. Trepó luego al escritorio, dejó caer el cable al suelo, volvió a bajar y lo conectó a la pierna de Salma.

Luego se sentó a su lado a esperar.



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